Patria sagrada, ansias del alba,
no te olvides que andamos muy mal sin ti.
Santiago Feliú

Optimismo listo

Bendita sea La Habana, ciudad de mis sentimientos. A mediados del último mes del ya finado   2013 aterrizamos allí, donde nací hace más de treinta agostos. Pasados dos años de mi última visita, quería encontrar mi ciudad como mismo la sintió Vanito en su canción: a todo color [1]. No es tan fácil.

La realidad de un país es subjetiva y vive en cada uno transida por las esperanzas, los deseos, las desilusiones, las vivencias que cada cual carga en su maletín. La distancia es un potenciador eficiente de la confusión que es la realidad per se. Ya lo sabía de viajes anteriores pero hay cosas que uno se pasa toda la vida desaprendiendo.

 Con nuevos bares y restaurantes boyantes por conocer. Con ganas de ver sobre la marcha los avances en los pequeños negocios que desde hace pocos años los cubanos pueden abrir. Con la idea de las cooperativas tomando fuerza. Con la esperanza puesta en nuevas formas para incentivar la agricultura. Con la reciente reforma migratoria, que permite a mucha gente ir y venir, con facilidad, sin soltar las amarras en la isla. A sabiendas de que algunos músicos y un par de conocidos decidieron volver a vivir a Cuba. Con todo eso y cargando al hombro un saco grande de ganas de encontrar un país mejor me bajé del avión en la terminal 5 del Aeropuerto José Martí.

El invierno nos recibió soleado y caluroso como le pedí. El intenso y peculiar verde de Cuba me llenó los ojos enseguida; y al corazón esa sensación rara y profunda de llegar otra vez a tu país. Ese fluir tantas veces repetido, siempre inigualable, intenso y distinto.

Al llegar a casa comprobé que el perro había madurado. Saludaba amistosamente a diferencia de viajes anteriores donde ladraba como un obseso durante varios minutos. Papucho es el primer perro que llega a vivir a mi casa luego de mi partida. Quizás era un buen síntoma de todo el país. Conversando luego, con mi morral de buenos augurios nacionales desparramados sobre la mesa, mi mamá me lanzó una señal sutil e incisiva. Con su sonrisa dulce e imborrable me dijo: “I love your optimism”. Veríamos.


¿Quo Vadis?

El desafío de los cambios impulsados por el gobierno de Raúl Castro se sabe cuál es, o cuál debería ser. Se parece mucho, además, al de cualquier gobierno que se proponga cambios en un país. Se trata, nada más y nada menos, de cambiar las aristas que están mal, sin tumbar en ese camino las que andan bien. Lo de mal y bien, ya se sabe, es relativo en cualquier ámbito, y será siempre tierra fértil para el debate, aunque lo que suscita mayores discrepancias en la arena político-vital son las formas de llegar a ciertos resultados y no tanto estos en sí mismos.

Me da cierta aprensión enunciar lo que para mí está bien en Cuba porque me puedo parecer al Granma1, y eso es algo grave. Los cubanos pueden entenderme. Pero ciertos tópicos están tan bien que tengo que correr el riesgo y mencionar al menos algunos que son medulares, incluso a sabiendas de lo manido de ellos. (Me refiero a estos tópicos en su concepción y no en su estado actual).

 Siempre lo valoré, pero después de dar unas vueltecitas por Latinoamérica no puedo si no emocionarme al saber que: absolutamente todos los niños en Cuba van a la escuela, y para más satisfacción, a una escuela pública; todas las personas tienen atención médica garantizada, que con todas las carencias que se conocen, existe y es accesible; se puede caminar por cualquier calle de Cuba y la probabilidad de que te asalten es muy baja (máxime comparando con cualquier país de la región); el consumo de drogas duras es bajísimo; el movimiento cultural es amplísimo, con altos estándares de calidad y realmente accesible para todos. Dejémoslo ahí, aunque podría seguir, y también agregar algunos ya muy personales como por ejemplo la alegría que me da saber que en toda Cuba no hay ni un McDonald de porquería, ni una oficina de Monsanto.

La mayoría de los cambios que han tenido lugar en estos últimos años me parecen positivos, pero si no se acompañan de otros, su resultado final puede no serlo. Lo que vi, en la concreta, es que ninguna de las reformas en marcha está tomando una ruta que conlleve a preservar nada de lo antes mencionado. Quizás al final de un tortuoso, y sobre todo misterioso camino trazado en el pequeño círculo de poder eso está pensado. Si así fuera hay un pequeño detalle que creo se les escapa: la gente está muy cansada de que no la tengan en cuenta. Volveré sobre esto.


Privados con motor, cooperativas con velas

En Cuba (sobre todo en La Habana, pero también lo comprobé en Santa Clara) hay ahora muchísima más opciones que antes para comer, merendar, tomar una cerveza o un café. Si tienes dinero para ir a ellos, se agradece mucho.
En los dos años transcurridos desde mi última visita aumentó notablemente el número de negocios, a todas luces prósperos. Hay lavaderos de carros, lugares donde arreglan computadoras y otros varios, pero particularmente han proliferado los negocios del rubro gastronómico y los que alquilan cuartos, fundamentalmente a turistas.

En Santa Clara cenamos una noche en “El Sol”, un restaurante que tiene tres pisos. Según me contaron, había empezado por ser un pequeño local en planta baja. Se aprecia claramente que han ido subiendo. La carta era en pesos cubanos (CUP), lo cual no tendría por qué implicar un precio más bajo que uno con la carta en convertibles (CUC)2, pero por lo general es un indicador de precios más bajos, al menos un poco. “El Sol” cumplía la tendencia.

En La Habana se estila más la moneda “fuerte” y hay restaurantes con una gama amplia de precios. Pese a la variedad de opciones parecerían prosperar y florecer los que apuntan al sector alto del mercado. El hecho de que no existan opciones de ventas mayoristas atenta directamente contra que puedan aparecer y diseminarse lugares con precios más asequibles.

También han aparecido varios bares particulares y hasta discotecas. Estuve en una que decían recién había abierto. De dos pisos, con dos barras y una pista de baile amplia, se ve que había recibido una inversión fuerte para la infraestructura. El nombre era en inglés (“Up & Down”) y los precios eran altos. La cerveza más barata costaba casi 3 CUC (suele costar entre 1 y 1,50). A la una de la mañana estaba que explotaba de gente, todos consumiendo como locos. Parecía bien rentable.

Me alegro de que prospere la pequeña propiedad privada, pero preocupa el régimen de trabajo que se está gestando allí. Si bien cualquier empleado de estos negocios gana mucho mejor que un empleado del estado, y por ende, bastante por encima de la media, las leyes laborales son sumamente endebles. No hay nada que regule para estos negocios, salario mínimo, ni vacaciones, ni despidos, ni licencias de maternidad o enfermedad. Con un ejército de gente con exiguos salarios, los dueños de estos establecimientos pueden exigir, si quieren, demasiado. Como bien me marcara mi padre, la situación se parece, de alguna manera y salvando las distancias, a la que criticaba Marx hace dos siglos como parte del capitalismo más primitivo. No he leído el nuevo código civil del trabajo, pero tengo entendido que apenas mejora esta situación.

Por otro lado, se abrió hace algún tiempo la posibilidad de crear cooperativas. Estas son, a mi juicio, mucho más justas como sistema de propiedad. Pero a diferencia de los llamados “cuentapropistas”, que avanzan a toda máquina, el tema del cooperativismo va montado en un elefante que parecería venir caminando tranquilamente por lejanas llanuras y que aún tiene que nadar hasta la isla. Para abrir una cooperativa tienes que dar un conjunto de pasos burocráticos que puede ser interminable. Según la ley que salió sobre cooperativismo, éste sector está en una etapa experimental, pero lo cierto es que están dejando “experimentar” bastante poco. Conocí a varios amigos que llevan meses esperando que les aprueben una.

Humberto, un querido amigo especialista en el tema, me contaba que entre otras cosas faltaba que la gente entendiera mejor el concepto de cooperativa, pues algunos pretendían llevar las viejas prácticas estatales verticalistas a ese terreno. Él mismo trabaja como asesor en un barrio céntrico de la capital. No obstante parecería que no hay prisas desde el gobierno, o no hay reales ganas. Esa pachocha parecería acarrear un claro peligro para un eventual éxito del cooperativismo en una sociedad que va a toda velocidad en el terreno privado, y que además carga sobre sus hombros el cansancio acumulado de años de burocracia ineficiente y autoritaria.


Lo que yo quiero es un carro

La Habana parecería ir para atrás en el tiempo a juzgar por su parque automotriz. Cada vez hay más almendrones3. Eso me pareció a simple vista y luego me lo confirmó un amigo. Con las nuevas chapas no se puede saber la procedencia del carro, pero hace un tiempo, cuando la letra de la patente delataba la provincia de procedencia del dueño, se vio la sobrepoblación de carros de provincias cercanas. Tiene lógica. En la capital se mueve más dinero y es más necesario coger un taxi pues las distancias son más largas que en otras ciudades de la isla. Los boteros4 son de los cuentapropistas más prósperos, al menos los que son dueños del carro que manejan.

En La Habana hoy es fácil montarte en un taxi colectivo. Aunque para un trabajador medio es imposible usarlo todos los días, saber que, ante una urgencia, necesidad o especial deseo, está la opción, es un alivio. Los precios se mantienen a raya por la competencia, pero también gracias a una medida inteligente del estado. Éste fomentó una cooperativa de pequeños buses que son cómodos, con aire acondicionado y cuestan 5 CUP (el precio más común de los taxis colectivos es 10 CUP), si bien son poquísimos los buses de esa empresa, juegan su papel. Por qué no amplían iniciativas de ese tipo es para mí un misterio. En particular sería seguramente exitosa para los viajes entre provincias.

El transporte inter provincial sigue siendo una dura odisea. Ahora acaso peor que antes. Conseguir pasaje para un ómnibus de la empresa Astro, la única con precios alcanzables para un salario cubano común, sigue siendo un privilegio difícil de obtener. Para lograrlo hay que pasar largas colas que pueden durar más de un día e ir además con muchos días de anticipación. En definitiva la capacidad ofertada es considerablemente menor que las personas con intenciones de viajar. La aseveración anterior la comprobé en la carretera con mis propios ojos. Si bien estábamos en fin de año, donde la demanda de viajes al interior aumenta, fue duro ver a muchos centenares de personas a lo largo de la carretera. Esperaban casi con fe religiosa, a que pasara algún camión o medio de transporte cualquiera que los recogiera. Familias enteras con niños, con colchones y campamentos, sabedores de que el viaje de 500 ó 600 km duraría muy probablemente más de 24 horas.

La opción alternativa, cuando tienes un poco más  de dinero, es coger un taxi colectivo interprovincial. Pero resulta que estos se han encarecido luego de la aparición de la mafia de los buquenques. Estos parásitos de la sociedad se encargan del innecesario trabajo de pararse delante de los carros que salen para provincia a gritar el destino del carro y contabilizar cuántos han montado y cuántos faltan. Algo que podrían hacer los choferes o los propios pasajeros. De cualquier modo, podría tolerarse que existiera esa “profesión”, el grave problema es que han encarecido los pasajes sensiblemente y se comportan como verdaderos mafiosos. Resulta que uno no puede ni siquiera dirigirle la palabra a los choferes para coordinar precios, pues ellos te lo aclaran en clave de rufianes. A los choferes a su vez también los tienen amedrentados. Un viaje de la Habana a Santa Clara, siempre costó 10 CUC, ahora cuesta 15 CUC, de los cuáles los choferes siguen ganando los mismos 10 y los “agraciados” buquenques se llevan 5 por pasajero luego de tan esforzado trabajo. Para cerrar la desastrosa ecuación, el estado los habilitó como cuentapropistas. Los denominan, “gestores de viajes”. Por supuesto el impuesto que pagan es ínfimo para lo que ganan luego de la dinámica mencionada.


Fuera de foco

Ahora mismo en La Habana se da un fenómeno visual curioso. Si vas caminando por el Malecón mirando hacia el Este, verás la hermosa vista que ofrece la villa de San Cristóbal de La Habana, y en medio, el Capitolio fuera de foco. Resulta que lo están restaurando con la idea de que el parlamento vuelva a esa sede como ocurría en la neo república. La metáfora vale: con frecuencia el gobierno parece estar desenfocado.




Se me vienen a la mente dos medidas recientes bien “desenfocadas”. La primera fue el cierre de los cines 3D. Con extrañas justificaciones decidieron de un día para otro que no era bueno que éste negocio existiera. La reseña que hace Eduardo del Llano sobre el tema en su blog me parece ilustrativa [2]. Sinceramente pensé que la echarían para atrás rápidamente, como hicieron con estupideces como prohibir las congas en los estadios de pelota, o con la tonta sanción que impusieron a Roberto Carcassés por cantar unos coros inapropiados, a juzgar por ciertos dirigentes.

La segunda fue el establecimiento de precios desorbitados para la venta de carros, una vez  habilitada la venta liberada de estos. Estaba en Cuba cuando salió la medida. Los descomunales precios estipulados provocaron desde indignación por el ridículo internacional hasta chistes de todo tipo. Uno bueno fue el de la cucarachita Martina que se encontró un cuarto de millón de dólares y dudaba entre comprarse un apartamento en Manhattan o un Peugeot en Cuba. La arista más jodida de la ley es, a mi modo de ver, la que tiene que ver con quiénes tenían la dichosa carta. Esta fue obtenida lícitamente según las reglas del juego y ahora sus poseedores quedaron totalmente fuera, violando un acuerdo creado, aunque fuera tácitamente. Eso no se hace. La descascarada prensa cubana, como en tantos otros temas que recalientan la cotidianidad nacional decidió no decir ni pío. No obstante, para mi sorpresa, en un periódico de Sancti Spíritus apenas conocido salió una nota [3], que aunque apareció muchos días después de comenzada la polémica, está buena.


Siga participando

Las elecciones en Cuba son un teatro con muy poco de representatividad real. Esto creo que es difícil discutirlo, aunque para cualquier tema hay caballitos de batalla. Pero ya sería muy bueno que  al menos los diputados que tenemos, cuasi puestos a dedo, debatieran los problemas con profundidad y tomaran decisiones realmente. Pese a algunas afirmaciones del presidente, poco ha cambiado en ese sentido.

El edulcorado sistema informativo de la televisión nacional y su compañera de mediocridad, la prensa escrita, dicen algo así como que en la Asamblea Nacional5 se dan intensos debates que permiten tomar las más acertadas decisiones para el pueblo. Para darse cuenta de que esa afirmación es bastante burlona basta con ver las votaciones que se realizan en las sesiones sobre las distintas leyes o disposiciones. Todas resultan aprobadas por unanimidad. En mi experiencia, poner a 5 personas de acuerdo en algo, incluso tratándose de gente de ideas muy parecidas, es bien complicado. Pero en el parlamento cubano los 612 diputados siempre están de acuerdo en todo.

Ah, no, miento, siempre no. Hace unos días se dio un histórico caso, hubo un voto en contra. La disidencia de opinión vino nada menos que de la hija del presidente. Sin quitar los méritos que pueda tener Mariela, da gracia que sea ella quién se atreva. Para colmo lo que se estaba discutiendo era en qué términos se escribiría una ley, no un tema realmente de fondo. Cuando Esteban Lazo, presidente de la Asamblea, vio una mano levantada en contra, se quedó totalmente desconcertado, y luego de algunos segundos de confusión declaró: “queda aprobado por inmensa mayoría”.

La frase que dijo el cineasta Enrique Colina en una reciente entrevista [4], sumamente lúcida, me parece magistral: “La obstinación utópica convierte los sueños en pesadilla si no hay crítica, si no hay debate de ideas. Comparto las ideas humanistas de la Revolución y me rebelo obsesivamente contra la práctica de su deformación”.

Vuelvo sobre la prensa, que pobrecita, no mejora, o lo hace de forma muy discreta. En uno de los pequeños avances que ha tenido el Granma, en su tímido intento de acercarse algo a la realidad constante y sonante, mantiene desde hace unos años una sección de cartas de los lectores que viene en la edición de los viernes. Allí se publican opiniones de lectores y respuestas de sectores estatales a estas críticas o comentarios. En mi anterior visita me sobresalté ante la leyenda que encabeza estas opiniones de lectores. Decía que: a continuación se presentaban “opiniones con las que se puede estar o no de acuerdo[sic]. Dos años después sigue estando el mismo título en esa sección. Es realmente gracioso que induzcan explícitamente a que con los otros artículos, ya propiamente del periódico, hay que estar de acuerdo obligatoriamente.

Raúl Castro cumple 83 años en éste 2014 que comienza. Las grandes decisiones se siguen tomando arriba por un grupo de poder que no se sabe a ciencia cierta quién lo integra. La participación real del pueblo en la toma de decisiones sigue siendo demasiado escasa, pese al cambio de discurso impulsado por el propio presidente desde su llegada al poder. El futuro es, en términos políticos y estructurales bastante brumoso. Esa incertidumbre estratégica la sentí otra vez palpitar en cada uno de los muchos cubanos con los que hablé.


Los pilares

Mi sobrino Nicolás nació hace unos tres meses en el mismo hospital donde lo hice yo hace unas tres décadas. Vi las fotos del baño y los cuartos donde pernoctan las embarazadas a término y recién paridas, algunas operadas. Daban grima. No obstante, según me cuentan, los atendieron bien y el Nico ha recibido una atención médica cuidadosa en todos sus controles desde el día en que nació.

Han corrido en la calle varias versiones de que en los primeros meses de éste año duplicarían el salario de médicos y personal de la salud. Estamos a mediados de febrero y todavía nada ha pasado. Ojalá el rumor no sea sólo eso. Tal aumento salarial todavía seguiría siendo muy insuficiente para una cotidianidad encarecida y cada vez con menos subsidios, pero sería un paso importante.

Varios amigos con hijos en edad escolar me contaron a viva voz del deterioro latente en las escuelas cubanas. Un proceso que viene ocurriendo hace años y no parece detenerse, pese a pequeñas mejoras temporales. En particular parece ser más fuerte en la escuela secundaria donde algunos cursos pasan muchos días sin tener profesores delante.
Si no hay un aumento salarial grande a todos los empleados del estado, pero en particular en la educación y la salud; si no se realiza una inversión fuerte en esos sectores, más que nada en cuidar a la gente que allí trabaja día a día, será difícil construir una sociedad mejor y más justa.


La emigración, mi amor

Uno de los problemas más grandes que ha sufrido la sociedad cubana en los últimos años es el migratorio. Se sabe. Esa opción de vida como perspectiva de progreso, se ha diseminado y puesto en práctica ampliamente por muchas generaciones.

El gobierno se ha encargado de repetir que la emigración ha sido por razones económicas y no políticas. Creo esto es así sólo hasta cierto punto. Las carencias materiales se combinan con la falta de oportunidades para participar en la toma de decisiones, la casi imposibilidad de ser parte de la construcción de espacios autónomos, o proyectos de transformación, incluso a pequeña escala.

En cualquier caso, un buen síntoma para la nación sería ver disminuir la fiebre migratoria. Mi percepción fue contraria a eso. Me llamó la atención, por ejemplo, ver esas intenciones en algunos amigos que siempre dijeron que no emigrarían. O en otros ya entrados en años, que parecerían no estar en edad de emprender esas peripecias vitales.

Cómo decía antes, la estructura verticalista, que dispara leyes y regulaciones desde arriba, está siendo desmontada (si es que) demasiado lentamente. El cansancio acumulado por promesas que no fueron, pesa como plomo, e incluso pesa la falta de promesas. Dice Raúl que los cambios se van a realizar sin prisas pero sin pausas. Hace tiempo me pregunto a quién le habrá consultado la parte de la poca prisa.

La emigración y la realidad cubana están emparentadas desde hace años de una manera que quizás hasta cansa. Pero si el sol quema día a día no queda otra que mencionarlo, pues la maniobra del dedo ya se sabe vacua.


Mi música

Creo que pase lo que pase nuestra querida isla estará llena de música. El avasallador reggaetón sigue fuerte en la preferencia de muchos jóvenes. La tendencia asusta. Con su pobreza musical y más que nada sus terribles letras machistas, materialistas y un largo etcétera, el género goza de buena salud. No obstante, y afortunadamente, hay variantes de sobra y el talento crece como enredadera.

Siempre que voy disfruto reconocer el par de canciones que más están sonando. Éste año, que no me gustaron las que estaban en ese caso, me di cuenta por qué es tan claro cuáles son estas. ¡No paran de sonar! El pegajoso e insustancial “Vivir la vida” de Marc Anthony y “Bailando” de un comercailícimo Descemer en colaboración con Gente de Zona los escuchas como mínimo diez veces por día.

Por suerte, siguiéndole los pasos a esos dos mega éxitos, sonaban los tremendos temas de Habana de Primera. Así de vez en cuando podía desahogarme escuchando al gordo prodigioso que nos recordaba aquello de que: “…mi música, la que es oriunda del monte, de donde el venado coge el trillo y se oye el trino del sinsonte; ya está bueno ya…”.


La esperanza siempre

Mi amiga fulana es Doctora en Ciencias y profesora de la Universidad hace más de 25 años. Para “completar” su salario algunas tardes funge de chofer y guía turística a visitantes extranjeros que solicitan un tour. Me cuenta que prepara recorridos interesantes, con paradas en lugares históricos, ricos en anécdotas y sucesos relevantes del pasado. No obstante, a los turistas de turno suele interesarles mucho más que le hable de la situación actual, de su visión de la realidad, de las contiendas que se viven cada día, que de hechos de la historia y monumentos.

Hace unos días, después de escuchar la larga lista de pesares que lleva sobre los hombros la sociedad cubana, un visitante mexicano le dijo algo clave: es verdad que tienen muchísimos problemas, pero parecerían mucho más fáciles de solucionar que los nuestros.

Me parece acertado. El mundo está hoy quizás mucho más patas arribas que como lo describió Galeano hace ya tres lustros. El mal de otros es un tonto consuelo, pero de alguna manera revive una esperanza de futuro, si uno se mira en espejos abarcadores. En días soleados pienso que la isla tiene chances de convertirse en un lugar muy atractivo para vivir, a donde regresemos muchos y donde quepamos todos.Incluso algunos nuevos, como Oliverio.


 La encrucijada es compleja. El capitalismo acecha con sus tentáculos de plásticos brillantes y engañosos. El pasado transitado por ese intento de presunto socialismo que tuvimos repele con sus muchas aristas no exitosas y algunas desastrosas. Pero quizás se puede lograr aquello que mencionaba de mantener lo bueno y conjurar lo malo. Como dijera el Santi, que triste y sorpresivamente se nos fue hace unos días: ¿qué color tendría el mundo, si se te acabara el sueño? [5]

Daniel Silva Jiménez

Buenos Aires, Febrero del 2014

CITADERO
[1] – “Habana a todo color”. Vanito Brown:

[2] – “2D”. Eduardo del Llano: http://eduardodelllano.wordpress.com/2013/11/12/2d/

[3] – “Precios sin timón”: http://www.escambray.cu/2014/precios-sin-timon/


 [5] – “Para ti”. Santiago Feliú: http://www.youtube.com/watch?v=PNp1ikCZdv8



1 Órgano oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y diario de mayor tirada y distribución nacional en Cuba. (Las notas al pie están escritas para no cubanos).
2 En Cuba circulan dos monedas. El CUC, que vale igual a un dólar americano (USD) y el CUP, que vale 24 veces menos que el dólar. Todos los trabajadores del estado reciben la mayor parte de su salario en la segunda moneda.
3 Manera de llamarle popularmente a los carros americanos de la década del 50 del siglo pasado que sobreviven activamente en la isla como en ningún país del mundo.
4 Botero se le dice a los choferes de taxis particulares. Particularmente a los que manejan taxis colectivos que tienen una ruta fija que los pasajeros comparten según el tramo que les convenga.
5 La Asamblea Nacional del Poder Popular es el equivalente al congreso de la nación. Donde se deciden y aprueban las leyes y disposiciones que rigen la vida del país.


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1 comentario:

  1. Me habían dado tan buenas referencias que una tarde, para ver que se cocía, me planté en el malecón esquina avenida de mayo pero no te hallé. Después de leer tus textos había esperado un enclave alegre y cercano donde poder sacudirme de encima mi casa y el tedio que habita en ella; me apetecía distraerme con salsa, cubaneo y empanadas de carne cortada a cuchillo. Te estuve aguardando lo suficiente como para darme por vencido y entonces me fuy. El sitio se me había presentado solitario y aburrido así que de camino a casa me pregunté si habría errado en la dirección, NO, la ubicación era la correcta, un cruce de dos caminos que yo conocía bien; el malecón donde había ido a arrojar flores al mar, confluyendo con la avenida de mayo, tan familiar para cualquiera que haya pasado tiempo en buenos aires: no hay perdida. No es hasta el día de hoy que me planteo que tal vez me equivocase intentando pasearme por esa encrucijada tan singular en la cual no es suficiente conocer ambas ciudades por separado, para llegar al enclave no sirve caminar derecho por ninguna de las dos calles, tienen que convivir en ti. A la esquina malecon avenida de mayo no se llega, no se alcanza por camino conocido, uno está allí siempre, siempre en la encrucijada,encrucijada maldita pues si quieres salir escapar no te queda otra que hacerlo por una de las dos calles, y elegir entre el malecón o avenida de mayo es como cualquier otro cruce, estas dejando de lado un camino posible.

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