A Yai, niña preciosa, chinita mía.

“Qué simpático el chinito”, me dijo Susana hace dos semanas y yo apenas le presté atención. Había un muchacho de ojos rasgados, con pelos largos y estirados sobre la cara, evidentemente asiático puro, sentado en el contén del barrio (como hace un siglo atrás, tal vez, cuando la gran inmigración china). Le sonreí por cortesía (a mi esposa), y seguí con el tema que veníamos conversando, seguramente más interesante que la presencia de un asiático en una calle del Vedado. 

En los días siguientes lo seguimos viendo, pero ya no solitario: varios compatriotas suyos lo acompañaban. A veces en el parque de la esquina, otras en la misma acera de la primera vez o en los portales de las casas vecinas. Conversando en su raro idioma, jugando a las cartas, escuchando música en pequeños aparaticos, y algunas veces, cosa curiosa (al menos para nosotros, occidentales ignorantes de culturas lejanas), sin hacer nada, sentados juntos, sin hablar, mirándose el pelo o el paisaje circundante, pensando vaya a saber en qué saberes.

Ya en los últimos días fue difícil llegar hasta la casa y seguir conversando tranquilamente como antaño (y no sé por qué ahora dos semanas me parecen un pasado tan lejano), sin comentar esta nueva presencia en el barrio; el chinito del primer día difuminado entre sus coterráneos. Estaban por todas partes. Hombres y mujeres, todos jóvenes. Un par de cuadras antes de llegar a la casa se les veía en las aceras, en los jardines, jugando con una pelota, conversando, pelándose, o alrededor de una mesa haciendo algo que no comprendíamos en nuestro paso de miradas indiscretas.

Hoy cuando salí para el trabajo y vi a uno de ellos desperezándose en el portal de mi edificio, como si hubiera dormido en la casa de abajo,  tuve un presentimiento, una mala espina, una sensación de que algo no andaba bien. Pero aparté esa idea de mi cabeza y seguí mi camino. No hay que atribularse por boberías, me dije, por cosas sin importancia, por ideas que uno se hace, por prejuicios tontos. Luego mucho calor, reuniones, tanto trabajo que no pensé más en eso.

Hace unas horas, cuando estábamos preparando la comida, tocaron a la puerta. “¿Esperas a alguien?”, yo con cara extrañada, poniéndome un pulóver, me dirigí a abrir la puerta de la escalera. “No, yo no quedé con nadie”, Susana también con cara de asombro pero sin darle importancia siguió echando especias a la cazuela en el fuego. Halé el cordelito, se abrió la puerta de la calle y vi aparecer allá abajo a dos chinitos jóvenes y sonrientes. Una muchacha y un muchacho. “Hola, qué desean, a quién buscan”, dije algo asombrado. “Ge buei poeng you, ta tia jao”, dijo el varón levantando la mano, luego cerró despacito la puerta y comenzaron a subir. Ella con una mochila no muy grande en la espalda, él con un maletín en la mano. “¿Cómo?” dije atribulado, sin entender nada. “No hablo chino”, volví a decir, despacio, articulando enfáticamente, y enseguida me di cuenta de lo tonto que había sido decir eso. “Wo men yao je nimen ichi tugüo yo tian”, dijo ella en un tono que me pareció amable. Los dos sin dejar de sonreír. Ambos parados frente a mí, un par de escalones debajo, estrechándome las manos. Yo no podía salir de mi asombro, ni abrir más lo ojos, inmensos ahora, en contraste con los de ellos: ínfimos. Les estreché la mía a falta de opciones. Ellos correspondieron haciendo reverencias, sonriendo más aún. “Pero, no entiendo, espérense un momento”, balbuceé, “do you speak english?”, dije tomando aliento, sintiéndome aliviado por un momento. Ellos sonreían y asentían con gesto pronunciado. Continuaron subiendo, me pasaron por al lado (yo estaba paralizado, absolutamente incapaz de hacer nada) y se dirigieron hacia la puerta de nuestro apartamento. “Tue pu chi. Women je nimen sai ichi jen kaixin”, dijo ahora él, con el mismo tono amable y la sonrisa perenne, dirigiéndose a Susana que franqueaba la puerta, estupefacta también, alternando su mirada atónita entre ellos y yo. Levantando las cejas, abriendo los brazos (la espumadera en una mano), “qué es esto”, me decía sin hablar, enlentencida, estrechándole la mano a los dos chinitos, que de nuevo hacían reverencias pronunciadas. La muchacha empujó a Susana con gesto de seda, y dando un paso elegante, entraron a la casa ante la petrificación de mi esposa. Susana me miraba exigiéndome una explicación, y yo no podía hacer otra cosa que encoger los hombros, y devolverle la exigencia.

Los chinitos se instalaron en el otro cuarto. No sé cómo supieron cuál era el nuestro porque en ambos hay una cama, bien tendidas las dos. Cuando entramos ya estaban sacando algunas cosas de sus bolsos. Mientras ella ponía los enseres de ducharse en el baño, él nos entregó un obsequio a cada uno: un llavero con el mapa de China a mí, y un colorido jueguito de collar y pulsera a Susana. Sin dejar de sonreír en cada paso que daban, ayudaron a terminar de hacer la comida, a poner la mesa. Apenas hablaron entre ellos, quizás por respeto, al ver que nosotros también nos dirigíamos muy poco la palabra.

Al finalizar la cena nos hicieron entender que ellos fregarían. Dejaron la cocina muy limpia, sus palitos escurriéndose junto al resto de los cubiertos. Se bañaron después de nosotros y cerraron la puerta del cuarto, diciendo adiós con la mano y haciendo una reverencia, la última de la noche.

No puedo conciliar el sueño. Susana ya lo consiguió. La miro con envidia. Por momentos me da miedo que vayan a hacer algo mientras dormimos, aunque tenían una cara tan apacible. He pensado en ir a avisarles a nuestros vecinos de enfrente, a decirles que no abran la puerta, pero me parece que va a ser en vano. Que es inevitable. Cierro lo ojos, trato de dormirme, de no pensar más. Mañana será otro día.

Daniel Silva Jiménez

marzo de 2008
Sus labios rojos hoy me lo parecen más que nunca. Sus ojos están tristes, pero su boca siempre esconde una sonrisa. Ella es tal vez la felicidad de mañana. La conocí hace dos meses. Pasé esos siglos en el paraíso. Mi ínfimo cuarto se convirtió en un palacio. Dije el último adiós con los ojos cerrados. Evité el ardor de ver su tez de hada. Abrí los ojos de nuevo y el oficial me puso el último cuño. “Salida definitiva”. Crucé la puerta. La cobardía es asunto también de los amantes.

Daniel Silva Jiménez

Noviembre, 2008

Patria sagrada, ansias del alba,
no te olvides que andamos muy mal sin ti.
Santiago Feliú

Optimismo listo

Bendita sea La Habana, ciudad de mis sentimientos. A mediados del último mes del ya finado   2013 aterrizamos allí, donde nací hace más de treinta agostos. Pasados dos años de mi última visita, quería encontrar mi ciudad como mismo la sintió Vanito en su canción: a todo color [1]. No es tan fácil.

La realidad de un país es subjetiva y vive en cada uno transida por las esperanzas, los deseos, las desilusiones, las vivencias que cada cual carga en su maletín. La distancia es un potenciador eficiente de la confusión que es la realidad per se. Ya lo sabía de viajes anteriores pero hay cosas que uno se pasa toda la vida desaprendiendo.

 Con nuevos bares y restaurantes boyantes por conocer. Con ganas de ver sobre la marcha los avances en los pequeños negocios que desde hace pocos años los cubanos pueden abrir. Con la idea de las cooperativas tomando fuerza. Con la esperanza puesta en nuevas formas para incentivar la agricultura. Con la reciente reforma migratoria, que permite a mucha gente ir y venir, con facilidad, sin soltar las amarras en la isla. A sabiendas de que algunos músicos y un par de conocidos decidieron volver a vivir a Cuba. Con todo eso y cargando al hombro un saco grande de ganas de encontrar un país mejor me bajé del avión en la terminal 5 del Aeropuerto José Martí.

El invierno nos recibió soleado y caluroso como le pedí. El intenso y peculiar verde de Cuba me llenó los ojos enseguida; y al corazón esa sensación rara y profunda de llegar otra vez a tu país. Ese fluir tantas veces repetido, siempre inigualable, intenso y distinto.

Al llegar a casa comprobé que el perro había madurado. Saludaba amistosamente a diferencia de viajes anteriores donde ladraba como un obseso durante varios minutos. Papucho es el primer perro que llega a vivir a mi casa luego de mi partida. Quizás era un buen síntoma de todo el país. Conversando luego, con mi morral de buenos augurios nacionales desparramados sobre la mesa, mi mamá me lanzó una señal sutil e incisiva. Con su sonrisa dulce e imborrable me dijo: “I love your optimism”. Veríamos.


¿Quo Vadis?

El desafío de los cambios impulsados por el gobierno de Raúl Castro se sabe cuál es, o cuál debería ser. Se parece mucho, además, al de cualquier gobierno que se proponga cambios en un país. Se trata, nada más y nada menos, de cambiar las aristas que están mal, sin tumbar en ese camino las que andan bien. Lo de mal y bien, ya se sabe, es relativo en cualquier ámbito, y será siempre tierra fértil para el debate, aunque lo que suscita mayores discrepancias en la arena político-vital son las formas de llegar a ciertos resultados y no tanto estos en sí mismos.

Me da cierta aprensión enunciar lo que para mí está bien en Cuba porque me puedo parecer al Granma1, y eso es algo grave. Los cubanos pueden entenderme. Pero ciertos tópicos están tan bien que tengo que correr el riesgo y mencionar al menos algunos que son medulares, incluso a sabiendas de lo manido de ellos. (Me refiero a estos tópicos en su concepción y no en su estado actual).

 Siempre lo valoré, pero después de dar unas vueltecitas por Latinoamérica no puedo si no emocionarme al saber que: absolutamente todos los niños en Cuba van a la escuela, y para más satisfacción, a una escuela pública; todas las personas tienen atención médica garantizada, que con todas las carencias que se conocen, existe y es accesible; se puede caminar por cualquier calle de Cuba y la probabilidad de que te asalten es muy baja (máxime comparando con cualquier país de la región); el consumo de drogas duras es bajísimo; el movimiento cultural es amplísimo, con altos estándares de calidad y realmente accesible para todos. Dejémoslo ahí, aunque podría seguir, y también agregar algunos ya muy personales como por ejemplo la alegría que me da saber que en toda Cuba no hay ni un McDonald de porquería, ni una oficina de Monsanto.

La mayoría de los cambios que han tenido lugar en estos últimos años me parecen positivos, pero si no se acompañan de otros, su resultado final puede no serlo. Lo que vi, en la concreta, es que ninguna de las reformas en marcha está tomando una ruta que conlleve a preservar nada de lo antes mencionado. Quizás al final de un tortuoso, y sobre todo misterioso camino trazado en el pequeño círculo de poder eso está pensado. Si así fuera hay un pequeño detalle que creo se les escapa: la gente está muy cansada de que no la tengan en cuenta. Volveré sobre esto.


Privados con motor, cooperativas con velas

En Cuba (sobre todo en La Habana, pero también lo comprobé en Santa Clara) hay ahora muchísima más opciones que antes para comer, merendar, tomar una cerveza o un café. Si tienes dinero para ir a ellos, se agradece mucho.
En los dos años transcurridos desde mi última visita aumentó notablemente el número de negocios, a todas luces prósperos. Hay lavaderos de carros, lugares donde arreglan computadoras y otros varios, pero particularmente han proliferado los negocios del rubro gastronómico y los que alquilan cuartos, fundamentalmente a turistas.

En Santa Clara cenamos una noche en “El Sol”, un restaurante que tiene tres pisos. Según me contaron, había empezado por ser un pequeño local en planta baja. Se aprecia claramente que han ido subiendo. La carta era en pesos cubanos (CUP), lo cual no tendría por qué implicar un precio más bajo que uno con la carta en convertibles (CUC)2, pero por lo general es un indicador de precios más bajos, al menos un poco. “El Sol” cumplía la tendencia.

En La Habana se estila más la moneda “fuerte” y hay restaurantes con una gama amplia de precios. Pese a la variedad de opciones parecerían prosperar y florecer los que apuntan al sector alto del mercado. El hecho de que no existan opciones de ventas mayoristas atenta directamente contra que puedan aparecer y diseminarse lugares con precios más asequibles.

También han aparecido varios bares particulares y hasta discotecas. Estuve en una que decían recién había abierto. De dos pisos, con dos barras y una pista de baile amplia, se ve que había recibido una inversión fuerte para la infraestructura. El nombre era en inglés (“Up & Down”) y los precios eran altos. La cerveza más barata costaba casi 3 CUC (suele costar entre 1 y 1,50). A la una de la mañana estaba que explotaba de gente, todos consumiendo como locos. Parecía bien rentable.

Me alegro de que prospere la pequeña propiedad privada, pero preocupa el régimen de trabajo que se está gestando allí. Si bien cualquier empleado de estos negocios gana mucho mejor que un empleado del estado, y por ende, bastante por encima de la media, las leyes laborales son sumamente endebles. No hay nada que regule para estos negocios, salario mínimo, ni vacaciones, ni despidos, ni licencias de maternidad o enfermedad. Con un ejército de gente con exiguos salarios, los dueños de estos establecimientos pueden exigir, si quieren, demasiado. Como bien me marcara mi padre, la situación se parece, de alguna manera y salvando las distancias, a la que criticaba Marx hace dos siglos como parte del capitalismo más primitivo. No he leído el nuevo código civil del trabajo, pero tengo entendido que apenas mejora esta situación.

Por otro lado, se abrió hace algún tiempo la posibilidad de crear cooperativas. Estas son, a mi juicio, mucho más justas como sistema de propiedad. Pero a diferencia de los llamados “cuentapropistas”, que avanzan a toda máquina, el tema del cooperativismo va montado en un elefante que parecería venir caminando tranquilamente por lejanas llanuras y que aún tiene que nadar hasta la isla. Para abrir una cooperativa tienes que dar un conjunto de pasos burocráticos que puede ser interminable. Según la ley que salió sobre cooperativismo, éste sector está en una etapa experimental, pero lo cierto es que están dejando “experimentar” bastante poco. Conocí a varios amigos que llevan meses esperando que les aprueben una.

Humberto, un querido amigo especialista en el tema, me contaba que entre otras cosas faltaba que la gente entendiera mejor el concepto de cooperativa, pues algunos pretendían llevar las viejas prácticas estatales verticalistas a ese terreno. Él mismo trabaja como asesor en un barrio céntrico de la capital. No obstante parecería que no hay prisas desde el gobierno, o no hay reales ganas. Esa pachocha parecería acarrear un claro peligro para un eventual éxito del cooperativismo en una sociedad que va a toda velocidad en el terreno privado, y que además carga sobre sus hombros el cansancio acumulado de años de burocracia ineficiente y autoritaria.


Lo que yo quiero es un carro

La Habana parecería ir para atrás en el tiempo a juzgar por su parque automotriz. Cada vez hay más almendrones3. Eso me pareció a simple vista y luego me lo confirmó un amigo. Con las nuevas chapas no se puede saber la procedencia del carro, pero hace un tiempo, cuando la letra de la patente delataba la provincia de procedencia del dueño, se vio la sobrepoblación de carros de provincias cercanas. Tiene lógica. En la capital se mueve más dinero y es más necesario coger un taxi pues las distancias son más largas que en otras ciudades de la isla. Los boteros4 son de los cuentapropistas más prósperos, al menos los que son dueños del carro que manejan.

En La Habana hoy es fácil montarte en un taxi colectivo. Aunque para un trabajador medio es imposible usarlo todos los días, saber que, ante una urgencia, necesidad o especial deseo, está la opción, es un alivio. Los precios se mantienen a raya por la competencia, pero también gracias a una medida inteligente del estado. Éste fomentó una cooperativa de pequeños buses que son cómodos, con aire acondicionado y cuestan 5 CUP (el precio más común de los taxis colectivos es 10 CUP), si bien son poquísimos los buses de esa empresa, juegan su papel. Por qué no amplían iniciativas de ese tipo es para mí un misterio. En particular sería seguramente exitosa para los viajes entre provincias.

El transporte inter provincial sigue siendo una dura odisea. Ahora acaso peor que antes. Conseguir pasaje para un ómnibus de la empresa Astro, la única con precios alcanzables para un salario cubano común, sigue siendo un privilegio difícil de obtener. Para lograrlo hay que pasar largas colas que pueden durar más de un día e ir además con muchos días de anticipación. En definitiva la capacidad ofertada es considerablemente menor que las personas con intenciones de viajar. La aseveración anterior la comprobé en la carretera con mis propios ojos. Si bien estábamos en fin de año, donde la demanda de viajes al interior aumenta, fue duro ver a muchos centenares de personas a lo largo de la carretera. Esperaban casi con fe religiosa, a que pasara algún camión o medio de transporte cualquiera que los recogiera. Familias enteras con niños, con colchones y campamentos, sabedores de que el viaje de 500 ó 600 km duraría muy probablemente más de 24 horas.

La opción alternativa, cuando tienes un poco más  de dinero, es coger un taxi colectivo interprovincial. Pero resulta que estos se han encarecido luego de la aparición de la mafia de los buquenques. Estos parásitos de la sociedad se encargan del innecesario trabajo de pararse delante de los carros que salen para provincia a gritar el destino del carro y contabilizar cuántos han montado y cuántos faltan. Algo que podrían hacer los choferes o los propios pasajeros. De cualquier modo, podría tolerarse que existiera esa “profesión”, el grave problema es que han encarecido los pasajes sensiblemente y se comportan como verdaderos mafiosos. Resulta que uno no puede ni siquiera dirigirle la palabra a los choferes para coordinar precios, pues ellos te lo aclaran en clave de rufianes. A los choferes a su vez también los tienen amedrentados. Un viaje de la Habana a Santa Clara, siempre costó 10 CUC, ahora cuesta 15 CUC, de los cuáles los choferes siguen ganando los mismos 10 y los “agraciados” buquenques se llevan 5 por pasajero luego de tan esforzado trabajo. Para cerrar la desastrosa ecuación, el estado los habilitó como cuentapropistas. Los denominan, “gestores de viajes”. Por supuesto el impuesto que pagan es ínfimo para lo que ganan luego de la dinámica mencionada.


Fuera de foco

Ahora mismo en La Habana se da un fenómeno visual curioso. Si vas caminando por el Malecón mirando hacia el Este, verás la hermosa vista que ofrece la villa de San Cristóbal de La Habana, y en medio, el Capitolio fuera de foco. Resulta que lo están restaurando con la idea de que el parlamento vuelva a esa sede como ocurría en la neo república. La metáfora vale: con frecuencia el gobierno parece estar desenfocado.




Se me vienen a la mente dos medidas recientes bien “desenfocadas”. La primera fue el cierre de los cines 3D. Con extrañas justificaciones decidieron de un día para otro que no era bueno que éste negocio existiera. La reseña que hace Eduardo del Llano sobre el tema en su blog me parece ilustrativa [2]. Sinceramente pensé que la echarían para atrás rápidamente, como hicieron con estupideces como prohibir las congas en los estadios de pelota, o con la tonta sanción que impusieron a Roberto Carcassés por cantar unos coros inapropiados, a juzgar por ciertos dirigentes.

La segunda fue el establecimiento de precios desorbitados para la venta de carros, una vez  habilitada la venta liberada de estos. Estaba en Cuba cuando salió la medida. Los descomunales precios estipulados provocaron desde indignación por el ridículo internacional hasta chistes de todo tipo. Uno bueno fue el de la cucarachita Martina que se encontró un cuarto de millón de dólares y dudaba entre comprarse un apartamento en Manhattan o un Peugeot en Cuba. La arista más jodida de la ley es, a mi modo de ver, la que tiene que ver con quiénes tenían la dichosa carta. Esta fue obtenida lícitamente según las reglas del juego y ahora sus poseedores quedaron totalmente fuera, violando un acuerdo creado, aunque fuera tácitamente. Eso no se hace. La descascarada prensa cubana, como en tantos otros temas que recalientan la cotidianidad nacional decidió no decir ni pío. No obstante, para mi sorpresa, en un periódico de Sancti Spíritus apenas conocido salió una nota [3], que aunque apareció muchos días después de comenzada la polémica, está buena.


Siga participando

Las elecciones en Cuba son un teatro con muy poco de representatividad real. Esto creo que es difícil discutirlo, aunque para cualquier tema hay caballitos de batalla. Pero ya sería muy bueno que  al menos los diputados que tenemos, cuasi puestos a dedo, debatieran los problemas con profundidad y tomaran decisiones realmente. Pese a algunas afirmaciones del presidente, poco ha cambiado en ese sentido.

El edulcorado sistema informativo de la televisión nacional y su compañera de mediocridad, la prensa escrita, dicen algo así como que en la Asamblea Nacional5 se dan intensos debates que permiten tomar las más acertadas decisiones para el pueblo. Para darse cuenta de que esa afirmación es bastante burlona basta con ver las votaciones que se realizan en las sesiones sobre las distintas leyes o disposiciones. Todas resultan aprobadas por unanimidad. En mi experiencia, poner a 5 personas de acuerdo en algo, incluso tratándose de gente de ideas muy parecidas, es bien complicado. Pero en el parlamento cubano los 612 diputados siempre están de acuerdo en todo.

Ah, no, miento, siempre no. Hace unos días se dio un histórico caso, hubo un voto en contra. La disidencia de opinión vino nada menos que de la hija del presidente. Sin quitar los méritos que pueda tener Mariela, da gracia que sea ella quién se atreva. Para colmo lo que se estaba discutiendo era en qué términos se escribiría una ley, no un tema realmente de fondo. Cuando Esteban Lazo, presidente de la Asamblea, vio una mano levantada en contra, se quedó totalmente desconcertado, y luego de algunos segundos de confusión declaró: “queda aprobado por inmensa mayoría”.

La frase que dijo el cineasta Enrique Colina en una reciente entrevista [4], sumamente lúcida, me parece magistral: “La obstinación utópica convierte los sueños en pesadilla si no hay crítica, si no hay debate de ideas. Comparto las ideas humanistas de la Revolución y me rebelo obsesivamente contra la práctica de su deformación”.

Vuelvo sobre la prensa, que pobrecita, no mejora, o lo hace de forma muy discreta. En uno de los pequeños avances que ha tenido el Granma, en su tímido intento de acercarse algo a la realidad constante y sonante, mantiene desde hace unos años una sección de cartas de los lectores que viene en la edición de los viernes. Allí se publican opiniones de lectores y respuestas de sectores estatales a estas críticas o comentarios. En mi anterior visita me sobresalté ante la leyenda que encabeza estas opiniones de lectores. Decía que: a continuación se presentaban “opiniones con las que se puede estar o no de acuerdo[sic]. Dos años después sigue estando el mismo título en esa sección. Es realmente gracioso que induzcan explícitamente a que con los otros artículos, ya propiamente del periódico, hay que estar de acuerdo obligatoriamente.

Raúl Castro cumple 83 años en éste 2014 que comienza. Las grandes decisiones se siguen tomando arriba por un grupo de poder que no se sabe a ciencia cierta quién lo integra. La participación real del pueblo en la toma de decisiones sigue siendo demasiado escasa, pese al cambio de discurso impulsado por el propio presidente desde su llegada al poder. El futuro es, en términos políticos y estructurales bastante brumoso. Esa incertidumbre estratégica la sentí otra vez palpitar en cada uno de los muchos cubanos con los que hablé.


Los pilares

Mi sobrino Nicolás nació hace unos tres meses en el mismo hospital donde lo hice yo hace unas tres décadas. Vi las fotos del baño y los cuartos donde pernoctan las embarazadas a término y recién paridas, algunas operadas. Daban grima. No obstante, según me cuentan, los atendieron bien y el Nico ha recibido una atención médica cuidadosa en todos sus controles desde el día en que nació.

Han corrido en la calle varias versiones de que en los primeros meses de éste año duplicarían el salario de médicos y personal de la salud. Estamos a mediados de febrero y todavía nada ha pasado. Ojalá el rumor no sea sólo eso. Tal aumento salarial todavía seguiría siendo muy insuficiente para una cotidianidad encarecida y cada vez con menos subsidios, pero sería un paso importante.

Varios amigos con hijos en edad escolar me contaron a viva voz del deterioro latente en las escuelas cubanas. Un proceso que viene ocurriendo hace años y no parece detenerse, pese a pequeñas mejoras temporales. En particular parece ser más fuerte en la escuela secundaria donde algunos cursos pasan muchos días sin tener profesores delante.
Si no hay un aumento salarial grande a todos los empleados del estado, pero en particular en la educación y la salud; si no se realiza una inversión fuerte en esos sectores, más que nada en cuidar a la gente que allí trabaja día a día, será difícil construir una sociedad mejor y más justa.


La emigración, mi amor

Uno de los problemas más grandes que ha sufrido la sociedad cubana en los últimos años es el migratorio. Se sabe. Esa opción de vida como perspectiva de progreso, se ha diseminado y puesto en práctica ampliamente por muchas generaciones.

El gobierno se ha encargado de repetir que la emigración ha sido por razones económicas y no políticas. Creo esto es así sólo hasta cierto punto. Las carencias materiales se combinan con la falta de oportunidades para participar en la toma de decisiones, la casi imposibilidad de ser parte de la construcción de espacios autónomos, o proyectos de transformación, incluso a pequeña escala.

En cualquier caso, un buen síntoma para la nación sería ver disminuir la fiebre migratoria. Mi percepción fue contraria a eso. Me llamó la atención, por ejemplo, ver esas intenciones en algunos amigos que siempre dijeron que no emigrarían. O en otros ya entrados en años, que parecerían no estar en edad de emprender esas peripecias vitales.

Cómo decía antes, la estructura verticalista, que dispara leyes y regulaciones desde arriba, está siendo desmontada (si es que) demasiado lentamente. El cansancio acumulado por promesas que no fueron, pesa como plomo, e incluso pesa la falta de promesas. Dice Raúl que los cambios se van a realizar sin prisas pero sin pausas. Hace tiempo me pregunto a quién le habrá consultado la parte de la poca prisa.

La emigración y la realidad cubana están emparentadas desde hace años de una manera que quizás hasta cansa. Pero si el sol quema día a día no queda otra que mencionarlo, pues la maniobra del dedo ya se sabe vacua.


Mi música

Creo que pase lo que pase nuestra querida isla estará llena de música. El avasallador reggaetón sigue fuerte en la preferencia de muchos jóvenes. La tendencia asusta. Con su pobreza musical y más que nada sus terribles letras machistas, materialistas y un largo etcétera, el género goza de buena salud. No obstante, y afortunadamente, hay variantes de sobra y el talento crece como enredadera.

Siempre que voy disfruto reconocer el par de canciones que más están sonando. Éste año, que no me gustaron las que estaban en ese caso, me di cuenta por qué es tan claro cuáles son estas. ¡No paran de sonar! El pegajoso e insustancial “Vivir la vida” de Marc Anthony y “Bailando” de un comercailícimo Descemer en colaboración con Gente de Zona los escuchas como mínimo diez veces por día.

Por suerte, siguiéndole los pasos a esos dos mega éxitos, sonaban los tremendos temas de Habana de Primera. Así de vez en cuando podía desahogarme escuchando al gordo prodigioso que nos recordaba aquello de que: “…mi música, la que es oriunda del monte, de donde el venado coge el trillo y se oye el trino del sinsonte; ya está bueno ya…”.


La esperanza siempre

Mi amiga fulana es Doctora en Ciencias y profesora de la Universidad hace más de 25 años. Para “completar” su salario algunas tardes funge de chofer y guía turística a visitantes extranjeros que solicitan un tour. Me cuenta que prepara recorridos interesantes, con paradas en lugares históricos, ricos en anécdotas y sucesos relevantes del pasado. No obstante, a los turistas de turno suele interesarles mucho más que le hable de la situación actual, de su visión de la realidad, de las contiendas que se viven cada día, que de hechos de la historia y monumentos.

Hace unos días, después de escuchar la larga lista de pesares que lleva sobre los hombros la sociedad cubana, un visitante mexicano le dijo algo clave: es verdad que tienen muchísimos problemas, pero parecerían mucho más fáciles de solucionar que los nuestros.

Me parece acertado. El mundo está hoy quizás mucho más patas arribas que como lo describió Galeano hace ya tres lustros. El mal de otros es un tonto consuelo, pero de alguna manera revive una esperanza de futuro, si uno se mira en espejos abarcadores. En días soleados pienso que la isla tiene chances de convertirse en un lugar muy atractivo para vivir, a donde regresemos muchos y donde quepamos todos.Incluso algunos nuevos, como Oliverio.


 La encrucijada es compleja. El capitalismo acecha con sus tentáculos de plásticos brillantes y engañosos. El pasado transitado por ese intento de presunto socialismo que tuvimos repele con sus muchas aristas no exitosas y algunas desastrosas. Pero quizás se puede lograr aquello que mencionaba de mantener lo bueno y conjurar lo malo. Como dijera el Santi, que triste y sorpresivamente se nos fue hace unos días: ¿qué color tendría el mundo, si se te acabara el sueño? [5]

Daniel Silva Jiménez

Buenos Aires, Febrero del 2014

CITADERO
[1] – “Habana a todo color”. Vanito Brown:

[2] – “2D”. Eduardo del Llano: http://eduardodelllano.wordpress.com/2013/11/12/2d/

[3] – “Precios sin timón”: http://www.escambray.cu/2014/precios-sin-timon/


 [5] – “Para ti”. Santiago Feliú: http://www.youtube.com/watch?v=PNp1ikCZdv8



1 Órgano oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y diario de mayor tirada y distribución nacional en Cuba. (Las notas al pie están escritas para no cubanos).
2 En Cuba circulan dos monedas. El CUC, que vale igual a un dólar americano (USD) y el CUP, que vale 24 veces menos que el dólar. Todos los trabajadores del estado reciben la mayor parte de su salario en la segunda moneda.
3 Manera de llamarle popularmente a los carros americanos de la década del 50 del siglo pasado que sobreviven activamente en la isla como en ningún país del mundo.
4 Botero se le dice a los choferes de taxis particulares. Particularmente a los que manejan taxis colectivos que tienen una ruta fija que los pasajeros comparten según el tramo que les convenga.
5 La Asamblea Nacional del Poder Popular es el equivalente al congreso de la nación. Donde se deciden y aprueban las leyes y disposiciones que rigen la vida del país.



-Blogo, qué bolá.

-Pero mirá quién apareció. Pensé que no venías más.

-Asere, tú ni saludas. Lo tuyo es verme y empezar a dar el berro, ¿no? Por cierto, ¿tú viste la verruga que has dado el otro día cuando te dejé la notica sobre las etiquetas? Brother, cógelo suave.

-Pero todavía tenés cara de recordarme eso. Lo tuyo es impresionante, papi.

-Mira, mi bloguito querido, las cosas hay que tomarlas con calma, tranquilo, suavecito. Y te tengo que decir algo medio malo. Lo próximo que traigo es otro texto viejo.

-…

-Na, mentira-mentira-mentira-mentira. Quita esa cara, hijo, era un chiste.

-Sos un boludo impresionante. Qué susto me diste, chabón. No podés jugar así con mi corazón. A ver si me da una cosa, me entra un dolor en el HTTP y me tenés que llevar corriendo a que me operen el HOST. Ahí te quiero ver.

-Ay ya, viejo, no seas dramático. Además tumba el hablaito ese, te lo dije desde el primer día. Mañana publico la cónica del viaje a Cuba 2014. Ya la tengo casi lista. Me voy, a ver si le corrijo las últimas cosas. Ah, se me olvidaba decirte algo, voy a ser papá pronto. De un niño de verdad, digo, tú eres un hijo bobo, pura letra y cháchara es lo tuyo.

-Oye, chico, ¿qué hijo bobo de qué?

-Ah, viste cómo te salió el cubano ahora. Bueno, me vooooooy… mañana vengo con la crónica fresquecita.


-Oye, espérate, cómo qué a ser papá, qué es eso, y entonces… párate ahí, cómo vamos a….

Hola amigos, bloguito por aquí. La verdad es que no les digo buenos días porque no estoy de humor. Lo que me pasó no tiene nombre. Me despierto y aún no me había ni lavado la cara, ni cepillado la página principal, estaba con los ojos llenos de urls todavía. En fin eso así que uno está medio dormido todavía, ¿viste? Así todo algo abro los ojos para no tropezar con ningún post, no me fuera a caer todavía. Nada más que levanto medio párpado y veo que me dejaron un papelito encima de las etiquetas. Nada más lo vi y ya sabía que era para mala. Me olí el asunto. Tenía mi nombre en grande afuera, “BLOGO”, decía así en letras rojas y grandes. Lo abro y decía lo siguiente:

Blogo, pasé por aquí y estabas dormido. La verdad me parece pésimo, viene alguien a visitarte y qué imagen vamos a dar, pero bueno, ese tema lo hablamos después. Estoy apurado así que mejor no te despierto. Mira, estoy escribiendo una crónica de mi viaje éste año a Cuba, pero de momento te voy a dejar esta que escribí en el viaje pasado hace un par de años. Ya muchos amigos la leyeron, pero igual la ponemos por si alguien quiere echarle el ojo. Cuélgala en cuánto te despiertes. Abrazo. Dano.
PD- Ah, también voy a poner un cuento ahí en Literatura, pero esa sección sí es mía, trata de no meterte en eso. Luego nos vemos

Chabón, ¿cómo vas a empezar un blog y en tu segundo post vas a poner una cosa que escribiste hace dos años? Dejame de joder, boludo. No podés ser tan pelotudo. ¿Qué querés?, cuando me caliento me sale en argentino. Vení y decime algo y vas a ver como vas a cobrar.

Chicos, les dejo esto y me las tomo, estoy recaliente, de verdad les digo, ¿eh?



Ya que emprendimos el viaje
¿a dónde iremos, camino?
Luis Rogelio Nogueras

Esta vez la llegada a mi tierra natal tuvo un cambio de pelos. La primera cabellera familiar que vi en suelo cubano, no fue, como las últimas veces, la alborotada y despeinada melena de papá, sino los mechones saltarines de mi preciosa, que en lugar de viajar conmigo, andaba ya por Cuba la afortunada. Detrás sí aparecieron las de “mi viejo”, que en el decir de mi generación sería “mi puro”.
Éste suceso, digamos que azaroso, quizás era un aviso temprano de que algunas cosas han cambiado por allá. Aunque no sean demasiadas, su cambio de pelo hay. Y cuando hablo de “aviso”, no lo hago en plan destino organizado por algún Dios, si yo soy más ateo que Lucifer, que una vez me lo encontré en alguna galaxia y me dijo con acento cubano y guapería: “yo sí que no creo en Dios, pa’ que sepas”. Pero re-conocer mi país en tan sólo tres semanas exige asirse a simbolismos y mensajes de la intuición, porque es muy poco el tiempo para una realidad tan compleja. No es posible aquilatar cómo funciona todo el organismo, así que no queda otra que pasar por el corazón, mirar un par de sístoles y diástoles, y con eso intentar descifrar como está lo demás, y como mucho, si ves un latir agitado, intentar descifrar si es por miedo, por amor, o por ambas.

La felicidad de estar otra vez en la patria quizás no hay que describirla. Ningún arribo puede compararse al que sucede a tu más entrañable esencia, a tu pasado, a las calles de la infancia, al abrazo irrepetiblemente cálido de mamá, a las voces bulliciosas que de un balcón a otro pueden gritarse cualquier cosa que lo vas a entender en sus más íntimos matices1, a la emoción del rencuentro con los viejos amigos que quedan.
Al menos así es para mí, que disfruto la interesante experiencia de la emigración con la espinita punzante y agridulce de la nostalgia, la añoranza y los deseos de pisar esas calles nuevamente. Tengo amigos y conocidos a los que sus desavenencias políticas, sus muchos años afuera, o sus malos momentos en Cuba los han hecho alejarse de ese deseo, algunos con rechazo explícito, otros con un fluir que se presume natural. Muchos compatriotas prefieren no ir a Cuba o estar muy poco tiempo, sólo para ver tal vez a la familia. Así es la diáspora, cada uno vive a su manera el desgarramiento que conlleva la partida, y como debe ser, hay que ser comprensivos con la diversidad que nos enriquece.

Como siempre que voy, con la pupila atenta y los ojos inevitablemente cambiados trato de mirarlo todo lo mejor que puedo. Así en los primeros días vi que en mi barrio han arreglado algunos baches y ya casi antológicos huecos de la calle, pero rápido noté que se han abierto otros. Los baches cambian de lugar y eso confunde, ¿habrá más, menos o igual cantidad de huecos?, y claro que de nuevo ruedan los mensajes simbólicos por mi cabeza.

Uno: La plaza y las prácticas, viejas
La plaza vieja está hermosa. Le quitaron esas rejas horribles a la fuente del medio y la dejaron otra vez libre, con el correr del agua y los niños que se suben en sus muritos. Restauraron las fachadas que quedaban rotosas y ahora relucen todos esos edificios hermosos por muchos años abandonados y de a poco rescatados. En un sabio ejercicio de memoria y quizás en una loa al camino de retomar lo viejo que valga la pena, delante de cada uno hay una foto con el antes y el después.
Nos sentamos en la cervecería de esa plaza a tomar algo para apaciguar la sed del caluroso invierno habanero. Habían varios camareros por allí parados que ignoraban alegremente mis llamadas con la mano. Otra camarera nos pasaba por al lado haciendo “sus” cosas, sin molestarse en un “enseguida lo atendemos” o algo por el estilo. Yo no podía creer que aquellos camareros estuvieran por allá parados sin hacer nada y me ignoraran, ahora que el gobierno dijo que no habría trabajo garantizado para todos y con lo preciado que es un puesto en ese enclave. Entonces me agarró un impulso de recién llegado a la isla y me paré a quejarme con el responsable del local. Un negro alto con un traje cerrado (¿cómo rayos podría soportarlo?) escucho altanero y sin inmutarse mi queja, y me dijo que me sentara que ya me iban a atender. A los pocos minutos llegó la camarera y cuando yo esperaba una disculpa, casi con desprecio me dice: “¿tú eres el apuradito?”. Búmbata, aterricé de nuevo en Cuba, esta vez forzoso.

Ahora en Cuba se pueden tener pequeños negocios y mucha gente se ha lanzado a su experiencia de negociante legal. Ya el bisne hace muchos años que es un medio de vida de mucha gente por allá, pero ahora muchos se han pasado, y otros incursionado, en el business. También se pueden vender y comprar casas y carros usados entre cubanos. Estas reformas, y las que podrían venir parecerían haber cambiado más la realidad de lo que imaginaba. Más allá de ver que hay un montón de negocitos nuevos, pequeñas cafeterías, restaurantes, tienditas de ropas en muchos portales y entradas de casas, montones de carretillas con frutas y verduras por las calles; además de ésta información visual, el depingómetro me dio un indicio interesante de la nueva situación. El depingómetro es un sensible instrumento de medición y comparación que pronto les cuento cómo funciona.
Cuando uno regresa de Cuba mucha gente te pregunta, ¿y? ¿cómo encontraste la situación, mejor o peor?, uff, qué difícil contestar eso así de rápido y sencillo. Es tan complejo de evaluar que el hecho de que existan ahora carretillas de verduras y frutas, no quiere decir que haya más hortalizas, ni que se produzca más, ni que hayan bajado los precios y por ende la gente tenga más acceso a ellas, que es en definitiva lo que se necesitaría, pues puede que sólo quiera decir que están más distribuidas, que sería una ganancia demasiada exigua.
Entonces, acaso urgido por la sana curiosidad de los que querrían saber de mejoras o no, me di cuenta de que en el viaje anterior la mayoría de la gente lo primero que me decía era “esto está de pinga, malísimo”, o la misma idea, dicha con menos grosería; sin embargo ahora, mucha gente que me encontré me hablaba de pequeños proyectos que pensaba emprender, de negocios que se le habían ocurrido o en los que ya estaban inmersos, para después decirme el “esto está malísimo”. Creo que el retraso de la queja en el relato cotidiano de la realidad, es un indicio de cambios positivos y esperanza. Diría entonces, depingómetro mediante, que el presente de Cuba es ahora levemente mejor que hace un par de años. Lo que sí no afirmo es  que sea esperanzador.
Para pensar esto último tendría que ver un camino claro de cambios profundos y estrategias, asociado a políticas abarcadoras y nuevas que indujeran a pensar que vamos por un camino claro hacia el futuro cercano. Pero al levantar la cabeza veo una nebulosa que me deja lleno de dudas: el gobierno sigue manejado esencialmente por los mismos, la participación popular en la toma de decisiones continúa muy escasa y lo que se cuece arriba sigue siendo muy poco transparente para la mayoría.
Como dice mi amigo Guanche (bha, si lo cita Ravbsberg [2], no lo voy a citar yo ahora):
En fin, Cuba se mueve. La ruta y el destino del movimiento es lo que su sociedad tiene en discusión. Resulta obvio que existe un consenso nacional sobre la necesidad de una renovación. Pero este consenso se mira con mucha dificultad en el espejo de las políticas y de los documentos que las formulan. Los límites y contradicciones de los cambios influyen en su propia posibilidad, y limitan con ello la esperanza que pueden amparar.” [3]
Si les entusiasma la cita, y sino también, les recomiendo ese artículo de Julio César, que está muy bueno.
Volviendo atrás, una sutileza del depingómetro antes mencionado, es que allá en Cuba también te exigen ese poder de síntesis imposible –al menos para mí-, y muchas veces te dicen, “estás en Argentina, y cómo está eso por allá”, con frecuencia me pasó que en lo que tartamudeo, “mmm…depende…”, me respondían, “bueno, seguro mejor que aquí”. Eso también me paso menos esta vez.

Dos: Si lo agarro
Una de mis agradables sorpresas del viaje fue “El Madrigal”. Un bar particular nuevo que está buenísimo. Cuando en los 90 se permitió abrir locales particulares, proliferaron restaurantes y cafeterías, pero que yo recuerde ningún bar. Algo lamentable para una ciudad con tan pocos lugares para ir a tomar algo –teniendo en cuenta el tamaño de la ciudad y su cantidad de habitantes-, sobre todo lugares lindos, acogedores y distintos. Oh, diversidad, planea por favor sobre la isla y pósate. Esta vez quizás está siendo distinto, al menos con este bar.
Es en una de esas grandiosas y hermosas casonas del Vedado2. Está decorado con muy buen gusto, con obras de arte de gente joven y muebles bonitos. La música no es reggaetón y tiene un volumen disfrutable. Y además –oh emoción-  está abierto hasta las 4 am.
Estábamos por allí, Bucanero en mano, hablando con varios amigos, y como no podía ser de otra forma, en algún momento caímos en criticar alguna de las tantas sombras de la ajada realidad nacional. Uno de los amigos dio su veredicto: “yo no sé quién tiene la culpa, pero si lo agarro por la barba…”. Es muy gracioso. Yo también, si lo agarro…

Algo que me encanta cuando voy, es descubrir las canciones que musicalizan el día a día de la ciudad. Aunque siempre estoy al tanto de lo que pasa musicalmente en cuba, incluso en ocasiones, gracias al bendito internet, paradójicamente más al tanto que mis amigos que viven allá, no es lo mismo eso, a saber lo que está sonando en la esquina. En particular siempre hay una canción que suena más que las otras de moda, y es esa que suena en cada cuadra.
Ese tipo de cosas son las que en la distancia no puedes obtener. Se puede leer mucha información, ver distintas fuentes, estar al tanto, pero la respiración del país nadie te la cuenta, no porque no haya buenos cronistas, sino porque es imposible.
Esta vez de nuevo estaba pegado un tema de la camaleónica Charanga Habanera. “Ay que suerte tengo yo, te la voy a contar”, dice el coro. La canción se llama “La culpa”, está rica y se te pega enseguida. Yo me “peleé” con la Charanga desde que hicieron aquello de cambiar el texto de una canción para no molestar a la gente de USA y poder dar su gira sin contratiempos por el país de los verdes[3], pero bueno, qué voy a hacer si ponen a bailar la isla: si Cuba baila yo me muevo, y si me paro empújame.
En cualquier caso en lo musical la isla sigue siendo una máquina de producir calidad. Como dice el inigualable Mayito Rivera en un tema: “…en la calle hay mucho más […] una pila de chamacos de la ENA, que vienen echando candela…”. Y cómo yo me quería prender con ese fuego y coger fuerzas para todo lo que venga en el año, fui a todo lo que pude.
“La Academia” está sonando muy bien, es un grupo de jazz que armaron Ruy Lopéz-Nussa (batería) y Roberto García (trompeta) con muchachos muy jóvenes. Para mayor regocijo, tenían ese día invitado al cuarteto de Aldito López Gavilán, que como de costumbre suena de lujo. Interactivo, en continua renovación, sigue siendo de primerísimo nivel, ahora tocan los sábados en el Palacio de la Rumba, parque de Trillo, Centro Habana a pleno. Allí cultivan un público nuevo, siempre rompiendo esquemas. El maestro Roberto Fonseca y Temperamento no necesita elogios, cualquiera le queda chiquito. En la casa de la música pudimos ver al fin en vivo a la mejor salsa que se está haciendo en cuba ahora mismo (según mi modesto parecer), Habana de Primera; a Alexander Abreu le puedes dar lo mismo una trompeta que un micrófono y te hace magia. Su primer disco tiene un nombre pretencioso, pero yo creo que sí, están “Haciendo Historia”. Eso sí, mi audición debe haber quedado disminuida, el volumen era excesivamente alto.
Y saliendo de la capital, en la descarga informal del malecón sin agua de Santa Clara siempre hay novedades. En lo que cantábamos los temas ya conocidos allá del Friky (Karel Fleites), apareció en escena y se nos presentó con todo su flow irreverente, “el Tanquel”, que metió una larga improvisación que no tenía nada que envidiarle a un montón de famosos que hay por ahí.
Por cierto, es quizás la música el único ámbito en que se ha dado en Cuba un retorno a la patria de gente emigrada. Ya son varios los músicos en los últimos años han decidido volver a vivir a su país, parcial o totalmente. Ojalá algún día se den las condiciones para que se extienda esa linda práctica, volver.

Tres: La niña está loca por andar como ando yo
Creo que hasta que uno no vive fuera de Cuba no se da cuenta de cuan entrometida es la gente de la isla en la vida de los demás. Y no hablo de meterse en la vida de un vecino o de familiares, que también, hablo más bien de meter las narices en los quehaceres de desconocidos que te cruzas por la calle. La gente suele creerse con el derecho de hacerte comentarios y valoraciones sobre tu proceder, tu forma de caminar o tu manera de vestirte -“oye, niño, estás trepado”, por ejemplo, si se te ocurre ponerte bolas con rayas. Es unas de las facetas de lo que allá llamamos cubaneo.
Esta vez, me cuenta mi bella compañera de viaje, que iba de lo más tranquila caminando por la calle cuando una mujer le dijo, “oye, mami, andas a la mai lo”, lo cuál la dejó totalmente descolocada. Por un lado desacostumbrada a que los desconocidos le hablen como si la conocieran, y por otro porque no entendió absolutamente nada. Después de investigar un poco, supo que la observación que le habían hecho era que estaba “a la my love”, lo cuál en una primera instancia tampoco arrojó demasiada información.
Resulta que la nueva frase de moda en la jerga cubanosa es “andar a la my love”, que por loco que parezca, quiere decir andar con cierto desenfreno y desapego a la cordura social. El marco de referencia se encuentra en una canción de los ingeniosos Kola Loka [4], un tanto diferentes dentro de la amalgama bastante homogénea del reggaetón.
La jerga se rejuvenece, se re-crea y moviliza siempre. Cuando voy también trato de actualizar mi vocabulario todo lo que puedo. En éste caso ya conocía la expresión, pero no que estuviera tan de moda. Igual nunca supimos porque la mujer le dijo eso a la niña, y llegamos a la conclusión de que era más bien ella quién estaba a la my love.
Por si acaso aclaro que toda una vida me ha gustado el cubaneo, que es también diversión y comunicación frontal y sin barreras. A veces, puede molestar, es verdad, pero asumo su cuota negativa y lo extraño en la distancia.

El pelado de moda también está gracioso, aunque más cómico es su nombre -“el yonqui”-, y el video clip que lo enarbola [5]. El pelado/peinado consiste en raparse la cabeza por todos los costados, dejando pelos en la parte superior, y esos que quedan alisarlos y ponerlos bien parados (wao, qué complicado es describir un pelado). Así andan muchos, con eso en la cabeza, sobre todo jovenzuelos y adolescentes. Yo quería empaparme de cubanidad, pero hasta hacerme el pelado sí que no llego, deben ser estos 30 que tengo encima, aunque me consuelo pensando que con 20 tampoco me lo habría hecho.

Ir a mi país es siempre una alegría muy grande. La Habana cada vez está más bella y yo cada día más convencido de que es la ciudad más hermosa del mundo. El barrio, donde uno nace y crece, es un reducto irrepetible de remembranzas y sueños. El calor de la familia abriga como ninguno.
                                                                                             
Comer frijoles con platanitos, llegar a la casa con los ojos cerrados, meterle un grito a un amigo que está en la calle de enfrente, invitar a bailar casino a cualquier muchacha casi seguro de que sabrá, disfrutar un buen doble-play y una lista demasiada larga de cosas más, serán irrepetibles en otras latitudes.
Pero visitar la isla milagrosa también es dolor. El dolor de los amigos que no están allá, el pesar de las injusticias que se ven, el temor de que la situación empeore y el futuro no brille nada; y sobre todo, el peso de saber que ahora mismo sería casi imposible volver a vivir allí.
Pero por suerte, y por último, es también una esperanza. El anhelo de que un día no muy lejano cambien las cosas para mejor, y haya oportunidades y voluntad política de acoger a todos los hijos que quieran volver. El sueño de que haya un retorno masivo y vuelvan muchos amigos, y nuestros hijos digan asere y jueguen a las bolas en la misma tierra que lo hicimos nosotros.
Ahora mismo parece medio quimérico, pero aquí mismo, en Argentina y Uruguay, parecía lo mismo a principios de siglo y ahora cada día vuelve más gente, y hasta emigrados de Europa están viniendo.
El mundo no para de girar, por suerte.

Daniel Silva Jiménez
Buenos Aires, marzo del 2012

CITADERO [4]
[1] – “Qué difícil es hablar el español”: http://www.youtube.com/watch?v=Xyp7xt-ygy0
[2] – “Ciudadanía y poder”:
[3] – “Esto no es una utopía: lo nuevo, lo viejo y el futuro en Cuba”. Julio César Guanche: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=4753
[4] – “A la my love”: http://www.youtube.com/watch?v=4YzuU5mL3oE






1 Esto puede parecer un detalle menor, pero mi experiencia de emigrado me ha demostrado que lo que se esconde en los expresivos rincones del lenguaje de cada nación es mucho más de lo que imaginas cuando vives siempre en el mismo país. Para un abordaje no profundo, pero sí simpático, ver la canción “Qué difícil es hablar el español” [1].

2 Por si quieren ir está en 17 e/ 2 y 4.

[3] En el 2009 la Charanga cambió el texto de la canción “tu llorando en Miami, y yo gozando en la Habana”, para la gira por USA. Puedo entender que un cantante quiera alejarse de la política y hasta puedo aceptar que decida no cantar ciertas canciones en un ámbito particular, pero que cambie el texto de una canción es muy bajo. Además de que en éste caso no es una concesión “para comer”, sino para comprarse una cadena de oro más gruesa.
[4] Habrá que buscar otra palabra. Al menos aquí creo que no me sirve “Bibliografía”, citando videos de YouTube y demás.

-Blogo, vamos. Dale, vístete, que empezamos y estamos tarde.

-Pero pará, che, qué tanto apuro tenés.

-¿Apuro? Claro, que tengo apuro. La vida es un suspiro, mijo, ¿no sabías? Dale, que pa’ luego es tarde. ¡Muévete! Ah, y me vas tumbando el acentico ese. Que “che”, ni “tenés”, ni nada de eso. No te estés haciendo el argentino ni el yuma.

-Bueno, está bien, pero baja un cambio, loco, dale suave. Yo estoy medio dormido todavía. Además llevas pila de años en el pa’ atrás, en el pa’ alante, y ahora vienes con el apurillo ese. Con respecto a lo otro, qué tú quieres, estoy naciendo aquí en Buenos Aires, su acento y su palabrita se me va, bo-lu-do.

-Nada de eso, fiera, ponte fuerte. Esto es a lo cubano y al grano. Ay, pinga, empezó a llegar gente. Dale, saluda.

-Hola, chicos.

-Oe, ¡¿qué te dije?!

-Ño, verdad.  Perdón… eh… ¡Qué bolá, mi gente! ¿Todo el mundo ok? Qué bueno, así me gusta. Nada, eso, quería saludarlos y ahora Daniel, aquí a mi lado, les va a decir de qué va esto.

-Buenas noches. Muchachos, disculpen a bloguito, que es nuevo, está medio dormido todavía y tiene algunas imprecisiones. Él es una esquina medio rara, pero es bueno. De todas maneras es ÉLLLLLL quien tiene que explicar cómo será su vida, para qué vino a éste mundo, etc., ¿VERDAD BLOGO?

-Ejem… sí sí, claro. Bueno amigos, vamos a estar por aquí descargando, pensando un poco la vida, la política, la sociedad. También compartiendo uno que otro cuento de acá mi amigo, que se cree escritor. Esas cositas. O sea, creo, qué se yo, es la primera vez que soy blog y estoy empezando un poco presionado, como verán. Pero por ahí va la cosa, tampoco es que vamos a ser ahora EL blog original, ni nada de eso. ¿Te gustó así, mi socio?

-Bue… ponele que sí.

-Ja ja ja, así que “ponele” y me estás diciendo cosas a mí de argentineadas.

-Ehh… bueno… me confundí. Pero yo puedo hacer lo que me dé la gana. Respeta a papá, que te cierro.

-Ay, qué mieeeeedo. Me cierras y te quedas sin blog, guanajo. Mira, tírate con algún post bueno que estás aburriendo a la gente.

 -Mmm, sí, es verdad.

-Bueno, amigos, eso ha sido todo por hoy. Gracias por venir. Sepan disculpar a papá que quedó medio atribulado. Calculo que pronto estaremos con algún possito (¿será así el diminutivo de post?, ni idea) para calentar motores. De todas maneras, para hablarles claro desde el principio, no vamos a tener una regularidad estricta en la actualización. Miren, aquí entre nos, esto yo se lo hago gratis a papá, así que le dije que era con horario abierto. Vamos a colgar también algunas cosas que escribió papi antes, y quizás alguna vez una colaboración de algún amigo. Están invitados a leer, alegrarse, molestarse, y claro, a comentar lo que quieran, siempre que sea con respeto. ¿Qué se me queda? Seguro que un montón de cosas, pero ya está bien por hoy. Cuídense, pásenla bien, y nos vemos por aquí.



-Jefe, ¿viste cómo hablé?, para que después no me digas.

-Un poquito bizca tu muela, pero sí, la pusiste buena. ¡Ese es mi bloguito, coño!

-Bueno, tampoco te pongas guatacón ahora. Mira, trata de tirarte con un post bueno, que no quiero hacer papelazos, y esto es cría fama y olvídate de que me vuelvan a leer.

-Para nada, si esto de los blogs es lo más veleidoso que hay. La gente escribe cualquier mierda e igual los leen.

-Bueno, allá tú, yo te lo dije, me limpio el pecho con eso.

-De todas maneras es para compartir textos e ideas con los amigos, tampoco te creas ahora que vas a ser un blog de envergadura e influencia.

-Bueno, pipo, pero tampoco tienes que quemar a los amigos, ni abusar de la buena voluntad. Tienes que ponerles cosas buenas. Además, aquí nadie tiene que dar la cara, te dicen que lo leyeron, que está muy bueno, y lo que miraron fue un par de títulos. Por último, acuérdate de que esto es público, lo puede leer cualquiera. Claro, se ve que la mala fama después es mía y tú sigues tan pancho con tus cosas. En fin, no te voy a decir más nada. Piénsalo.

-Deja ver. Nos pillamos más tarde. Pero relájate y no me presiones que después es peor. Voy a caminar un rato por Malecón.

-Oye, espérate… no te vayas… oye, que quiero tener un primer post, un texto que sea más… eyyy…
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