La patria ya no es un lugar seguro. La frase anterior podría ser la de cualquier emigrante después de un tiempo viviendo fuera de su país. La seguridad que da tu entorno original, ese lugar donde creciste y  del que conocías todos los códigos, se va perdiendo irremediablemente con el paso de los años. Una vez leí que un momento difícil en la vida de un emigrante era ese en el que descubres que ya no eres profundamente de ningún lado. En tu país de origen te sientes algo extraño y en el país dónde vives nunca serás como alguien nacido y criado allí. Pero esta vez no me refiero a esa seguridad más existencial, sino a una más concreta y pedestre.


Cuba solía ser un lugar bastante seguro, y probablemente lo sigue siendo para los estándares de Latinoamérica, pero hay ahí una luz de alarma. Si bien siempre hubo robos y asaltos, era algo marginal. También eran, y son, más peligrosos algunos barrios que otros. Pero en general la inseguridad no era una temática que aflorara entre las principales preocupaciones de la mayoría de la gente. Me llamó la atención que ahora es un tema recurrente en muchas conversaciones.


Es difícil saber hasta qué punto ha aumentado la criminalidad. El gobierno no publica cifras al respecto, ni la prensa oficial da cobertura a casos de delincuencia, salvo algunas pocas excepciones. Tampoco hay investigaciones oficiales sobre esta temática que yo sepa. No obstante sí se han hecho algunos estudios independientes que dan cuenta del fenómeno. También han aparecido algunos artículos y reportajes al respecto en periódicos provinciales, como se cuenta en esta nota.


Las redes sociales dan cuenta con frecuencia de distintos sucesos delictivos. Con todas las pinzas que hay que tomar lo que corre en las redes, tampoco hay que ignorarlas. Yo mismo supe de primera mano de varios robos en los últimos tiempos. Algunos de ellos con violencia y detalles graves. De hecho, en las últimas semanas, robaron dos veces en mi cuadra. Por otro lado distintos amigos me contaron de robos propios o cercanos.


Le pregunté a mi amigo Osmel sobre el tema. Es un tipo que conoce bien la calle y camina La Habana todos los días. Según su visión existen los mismos asaltos y robos que siempre, sólo que ahora todo el mundo tiene celular y Facebook. Mi sensación fue otra, pero no puedo tampoco dejar de consignar la suya que está allá todos los días.


Mi tío me contó que en su cuadra se estaban organizando entre varios vecinos para pagarle a un custodio que cuidara la cuadra todas las noches. Yo le preguntaba, en broma, si su iniciativa no sería el inicio de los CDP (comité de defensa de lo privado). Al menos en dos momentos, yendo en el carro por algunas calles oscuras, en La Habana y también en Santa Clara, diferentes amigos, con los que iba en cada momento, me sugirieron cerrar las ventanillas. Nunca me había pasado antes.


Además de todos los indicadores anteriores, pienso que no es de extrañar que ante un país en crisis, con una inflación alta, poca salida laboral y un costo de la vida elevado para los salarios medios, aumenten los delitos. Tampoco es raro pensar que la policía sea menos efectiva teniendo menos recursos para operar. Durante la dura crisis que vivió Cuba en los 90’s, según mi recuerdo, también aumentaron los robos, asaltos y delitos de éste tipo.


La inseguridad es un tema sumamente difícil de abordar con éxito. En Cuba y en China. Un asunto que suele tener raíces y entramados complejos. Y que no se resuelve, a mí modo de ver, con poner más policías o endurecer las penas. Requiere de estrategias amplias e inteligentes. Ojalá haya gente pensando con seriedad en el tema y no siga escalando.


De la serie “Cuba 2024 - Pinceladas de brocha gorda”


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