Foto: Kaloian Santos Cabrera
Estamos en el límite entre Cojímar y la Villa Panamericana, dos barrios periféricos  de La Habana, al este de la ciudad. Salimos de casa de una amiga. Sol inclemente. Oliverio (un año y dos meses) decide tomar las riendas de la familia. Se manda a correr hacia dirección desconocida sin proponernos consenso, ni darnos derecho a réplica. Lo seguimos. Unos pasos más allá está su destino: unos niños que corren y juegan alegremente en unos terrenos de básquet.

 En el cemento gastado por tantas pisadas, apenas quedan marcas de la pintura que alguna vez demarcó el terreno de juego. Los aros están viejos, rotos y oxidados, las rejas que rodean el predio también. Resulta ser el patio de una escuela primaria. Niños de distintas edades juegan y corren libremente. De reojo los miran un par de muchachas de unos 25 años que parecerían ser las maestras o auxiliares. Nos miran con cierto desprecio. Se debe notar que no somos del barrio. Sus miradas hastiadas contrastan con el brillo que irradian las de sus alumnos.

Oliverio corretea libremente e interrumpe partidos de fútbol y otros juegos organizados. Los niños mayores, indulgentes, lo dejan hacer no sin cierta incomodidad. Nos ponemos a conversar con algunos de ellos. Es fácil entablar conversación. Todos tienen grandes preocupaciones efímeras que nos comparten sin pudor. “Manolito que siempre le da a los otros niños”, “a Yenier la maestra lo regañó por indisciplinado”, y otros debates por el estilo.

Una niña de unos siete u ocho años que jugaba en otro grupo se acerca. Sin saludarme, ni dirigirme frase introductoria alguna, me pregunta: “¿tú eres del Real Madrid o del Barcelona?”.


Según un querido amigo, Raúl Castro es el genio político del siglo XXI. Me cuesta aceptarlo, pero me gusta que lo piense. Mi amigo es un tipo inteligente, vive en Cuba, sabe mucho, respeto su opinión. Le pido que argumente su aseveración. Me da una serie de elementos interesantes.

Raúl ha hecho una transición de gobierno y ha cambiado la manera de gobernar sin que se genere ningún roce desestabilizador. Se sabe que poco a poco ha ido desmontando toda la estructura Fidelista. Moviendo piezas con discreción ha ido poniendo a su gente sin que nadie se revire. Probablemente no ha logrado remover a todos los que quisiera, ni movido todo lo que le gustaría, pero la política es un juego de concesiones y acuerdos, incluso en la isla, donde puede parecer que todo es un monolito vertical. No lo es. En el pico de la pirámide hay poderes que se contraponen y se disputan. Dentro del círculo del poder, quizás su movimiento más interesante fue poner a Díaz-Canel como primer vicepresidente, o sea, como segundo del país

Díaz-Canel es un tipo joven y quiero yo pensar que tiene buenas y nuevas ideas. De algunas he tenido noticia. Es por ejemplo de los que impulsa la llegada de internet por la puerta ancha. Y al menos estoy seguro de que tiene mejores ideas que Machado Ventura, que debe de tener tantas ideas nuevas como pelos en la cabeza.

Raúl ha llevado adelante una política exterior novedosa. Se ha sentado, para empezar, con todos los acreedores de Cuba y ha empezado a poner las cuentas en orden. Un orden que ha incluido cancelación total o parcial de la deuda por parte de algunos países, reestructuración de deuda en otros casos, planes y estrategias de pago claras para el resto. Sin cuentas claras, no se pueden pedir préstamos, ni pretender grandes inversiones y en éste mundo es complicado desarrollarse sin adelantos del vil metal. Se ha sentado a conversar con líderes de todos lados y todo laya. Esto no quiere decir perder soberanía, ni clausurar ideales. El pueblo cubano necesita mejoras económicas y eso pasa por tener buenas relaciones con el mundo que te rodea (sin que sea esto lo único que se necesita, claro está).

Las estrategias han traido resultados. Inversores de varios países se pelean por hacer negocios con la isla. Cuba fue invitada por primera vez a la cumbre de las Américas con un pedido implícito de disculpas, y parecería estar cerca de ser reintegrada a la OEA. En palabras de mi amigo: “tiene a todo el mundo comiendo de la mano”.

En otro orden de cosas ha llevado adelante un conjunto de cambios, que han sido lentos, que ahora que los tenemos pueden parecer evidentes y naturales (como el hecho de poder comprar y vender casas libremente, o salir y entrar del país sin pedir permiso a nadie, por poner dos ejemplos), pero que hace un par de lustros no se vislumbraban.

Como último golpe ha liderado el relanzamiento de las relaciones con los Estados Unidos. La gran potencia que tenemos al lado. Es un tema polémico, ya sé; es una jugada que está por ver qué depara, pero nadie puede negar que ha sido un golpe de timón novedoso y sustancioso. Si el asunto se mantiene sin que el país ceda su soberanía ante la gran potencia y además deriva en mejoras económicas, bienvenido sea. Está por ver.

Todo esto lo ha hecho el actual presidente sin estridencias, sin ampulosidad, sin jactarse de grandes movidas. Parecería que le interesan más las acciones que las palabras, algo que se venía necesitando en la isla hace mucho. Sin menospreciar el poder vital de los discursos y de la conciencia en una sociedad, si esta se intenta sustentar sólo con esto (discursos, arengas) y voluntarismos románticos, todo parece indicar que fracasa.

Tiene razones mi amigo, seguramente podría darme más aún, probablemente me dijo algunas más que naufragaron aquella noche en los rones de mi memoria. Respeto su punto, no obstante lo de genio político me sigue costando aceptarlo. Digamos que todavía está por ver. Si finalmente hay una mejora económica clara para la mayoría de los cubanos, si luego del vendaval no se va a pique la mellada educación pública, la sofocada salud universal, los valores culturales aún latentes pero amenazados, etc., entonces hablamos.

(Hago una digresión final tal vez necesaria. Tanto al amigo de marras, como a mí, nos gustarían muchas cosas que el gobierno de Raúl no ha hecho. Por ejemplo, un empoderamiento profundo del pueblo, más participación popular en la toma de decisiones, menos secretismo de las cúpulas, menos verticalidad, más pluralidad en los medios de comunicación y un largo etcétera. No obstante la política no puede analizarse desde otra óptica que no sea la realidad existente y posible).

Hace mucho calor, pero mucho. La frase anterior es una mierda. Lo intento de manera más poética: las babas incandescentes del infierno caen sobre La Habana, cada cuerpo es tocado por ellas inexorablemente y entonces, suda, sufre, pierde su quintaescencia, su alma, su calma. Mucho peor. El calor del trópico no hay que tratar de describirlo.

No debería, en mis crónicas de Cuba 2015, hablar del clima. Es una porquería. Es quizás un fracaso como cronista. Uno habla del clima en el ascensor, en esos pesadísimos minutos en los que no tiene qué carajo hablar con el vecino. Cuando no tienes nada que contar, cuando lo que podrías decir es tan intrascendente que prefieres mencionar el calor, el frío o la lluvia. Pero no puedo hablar de mis experiencias en Cuba sin mencionar el calor. Ocupó demasiado mi mente, sería deshonesto.

 Hacía años que no iba en Primavera-Verano (por decirlo en clave de campaña publicitaria, todo el mundo sabe que en Cuba hay sólo dos estaciones: el Verano y la estación de trenes), no obstante se nota la diferencia con el invierno tímido de otros viajes.

Unos minutos después de llegar, salí a buscar algo de comer por el barrio. En una cafetería, de esas clásicas cubanas de comer parado, pedí un par de sándwiches y un jugo de mamey. Mientras esperaba llegaron otros dos clientes. Dos muchachos de unos veinte años, fornidos, con esos raros peinados nuevos. Pidieron unos batidos, y mientras los tomaban, uno le dice al otro, “ño, asere, lo que está cayendo es… candela1” (es una frase típica de cuando hay mucho calor, no sé por qué esa idea de que el calor cae). Los muchachos no parecían estar recién llegados a Cuba. O sea, que yo estuviera asombrado por el calor era normal, que ellos, que estaban muy probablemente hace veinte años ininterrumpidos allí, lo estuvieran, al punto de tener que comentarlo, da una idea del calor que hacía. Unos días después supe por la prensa que en esos días de Abril habíamos tenido records de calor (records absolutos, no para el mes de abril).

Bueno, creo que fue suficiente con la bobería del calor. Pero intente usted, cuando lea las próximas entradas de “Cuba Cortas 2015”, imaginarse cada escena, cada pasaje, cada reflexión con calor.

En la isla están cambiando mucho las cosas, así que en lugar de una crónica larga como otras veces, decidí dar flashazos, imágenes, momentos, siempre sin afán alguno de sugerir para dónde va aquello. Creo que nadie lo sabe a ciencia cierta. Eso sí, el barco se mueve, de eso no hay dudas. El que no quiera verlo quizás tiene mucho calor.


1 En Cuba “candela” quiere decir fuego.

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