Hace un tiempo tengo una teoría. He de reconocer que es bastante peregrina,
pero se me viene cumpliendo. Dice lo siguiente: cuando una novela tiene más de
500 páginas, raramente no le sobran varias decenas. Por supuesto hay un montón
de monumentos literarios que escapan del silogismo, pero como bien digo, son
rarezas. Cierro los ojos y pienso, por ejemplo, en “Conversación en la
Catedral” a la que no le sobra ni una palabra.
A “Las cenizas del cóndor” de Fernando Butazzoni le calza perfecta mi
teoría. La historia se pudo contar con doscientas páginas menos sin perder nada
relevante. No obstante, los avatares que se cuentan en la novela son tan
impresionantes que vale la pena leerla. Sobre todo sabiendo que está basada en
historias reales y que lo narrado está muy apegado a lo que sucedió en esas
vidas que se cuentan en el libro. La investigación que hizo el autor para
contextualizar todo lo que pasa en la narración es también admirable, se nota
que fue una pesquisa rigurosa y sensata.
El libro está escrito en un estilo sobrio. No tiene adjetivaciones
molestas, ni exageraciones, ni cursilerías. Está perfectamente redactado y
llega a ser conmovedor en algunos fragmentos. La historia que narra, como ya
dije, es apasionante. No obstante de principio a fin sufrí la falta de magia y
gracia de la narración. Es algo sutil, por eso la seguí leyendo hasta el final.
Cuando un libro no me gusta mucho lo dejo sin ningún remordimiento. Éste lo
terminé pero siempre con esa pequeña molestia en mi alma lectora. Como una
basurita metida en el ojo que espía esas vidas noveladas. En el último tercio
del libro encontré, tal vez, la explicación de por qué la narración jamás me
llevó volando, porque nunca me arrastró tirado de los bigotes, como debe hacer
una buena obra literaria. El propio autor dice que:
“Tenía todas las piezas sobre la mesa, y mi trabajo consistiría en
ensamblarlas. La perspectiva de llegar de nuevo a mi casa, retomar la rutina y
encarar la construcción del libro era de por sí agobiante, pero no tenía escape
posible […]”.
Si la literatura se entiende como una obligación, si pensar una novela se
piensa como un ensamble de piezas, es probable que no llegue la magia. Esa
corriente subterránea que tienen las novelas y los cuentos maravillosos que
casi te dan corrientazos en los dedos.
La teoría que menciono al principio es subjetiva de pies a cabeza. Desde
que el número de páginas dependerá del tamaño de la letra, hasta la relatividad
intrínseca de cuando una idea o una descripción sobran. No obstante, es mi
teoría, al que la quiera usar se la presto, y lo dejo definir el número de
páginas de corte y los criterios para considerar algunas páginas innecesarias.