No corre aire. No pasa gente. No luz. No palabras. Salvo la primera, las otras ausencias son un alivio. El Gordo suda copiosamente aunque su piel se va relajando de a poco. Están sentados en el contén. Detrás un solar yermo, enfrente unas naves inmensas de almacenes abandonados. El Gordo tiene su pesada pierna puesta sobre un carnet. El documento está con la cara hacia el piso y apenas se leen los trazos apurados de la funcionaria que un día, de mala gana, escribió los datos de la persona que ahora no posee su identificación. El Jabao trata de respirar hondo para no perder la calma, mira hacia la esquina, al suelo, al cielo, se llena el pecho y trata de hablar calmado.

-Gordo, asere, eso se bota, loco, hazme caso a mí.

El Gordo no se inmuta. Desde algún televisor se escucha, lejana, la música del noticiero. El Jabao habla de nuevo.

-Son las ocho de la noche y yo tengo que salir. Matemos esta talla. Repartimos la guanza y cada uno se va para su casa contento. Coño, Gordo, asere, yo soy viejo en esto, escucha la voz de la experiencia. No te pongas majadero que ya tú no eres un niño – y su voz se empieza a alterar otra vez.

“Quién me manda a meterme con novatos. Me cago en mi madre setecientas veces”, piensa el Jabao, rechista, escupe y se queda diciendo que no con la cabeza. Se toca el cabo de la navaja, la agarra un instante, vuelve a respirar, la suelta.

El Gordo sigue sin responderle ni mirarlo. Tiene la vista fija al frente, perdida, junto a su mente, en otra parte. Hace unos días vio en la televisión un programa donde contaban cómo un director de cine hacía una de sus películas. Iba mirando la acción, a veces en una pequeña pantalla para ver el encuadre, otras directamente, para ver mejor a los actores. Cuando algo no le gusta grita “corten”, paran y hacen todo de nuevo. Al Gordo le encantó eso. Algún día voy a ser director de cine, pensó, pero no le dijo a nadie esa idea infantil. De grande nadie te pregunta que serás dentro de diez años. ¿Es que ya uno va a ser siempre lo mismo? Seguramente no, pero nadie te pregunta, y sonaría ridículo andarlo diciendo por ahí. Así que sólo dentro de él dice: “oye, no, no, para ahí, vamos atrás y hacemos todo de nuevo.  Así no va”, y le gusta como le queda.

Hoy por la tarde cuando se acabó el juego de cuatroesquinas, el Gordo y el Jabao se quedaron hablando como tantas veces. Se conocen desde todos los años. Para bajar al mundo el gordo José Manuel tiene que pasar por la puerta de casa de Michel. En sus veinticinco años sólo dejó de verlo en los tres que el Jabao estuvo en cana, o en el Cánada, cómo a él le gusta decirle. “El norte revuelto y brutal pero con calor y sin rubias, mi hermano”, decía el Jabao pocos días después de salir y se moría de risa, como si fuera gracioso. Pero eso fue hace meses y en el cuatroesquinas siempre juegan juntos.

-Asere, no tengo un peso, qué pasmadera.

-Y eso por qué, ambia, dónde tú metes el baro, loco.

-Qué baro, Jabao, con la mierda que gano. ¿Cuándo tú has visto a un profesor con dinero en éste país?

-Gordo, ¿y el negocito de vender jeans que tenías con Yanelys?

-Ese era mi salve, Miche, pero ahora mismo está muerto. No ha entrado nada.

Dice y se acuerda de Vanesa. Lo mata su sonrisa. Cuando está seria él lo sobrelleva y puede saludarla, conversar, y todo normal. Pero cuando sonríe le entra el calambre de las piernas, el problema de la respiración y la lucha porque ella no note nada. A José Manuel le cuesta conseguir novia. Intuye que se debe a que es muy gordo, pero no lo sabe. Tampoco quiere saberlo, porque él nunca ha podido dejar de ser gordo. Siempre es igual, cuando alguna ve que él tiene otra intención, huye. Vanesa es diferente. Eso sí lo sabe. Y también que no es como otras veces que pensó lo mismo.

-¿Y entonces? –dice el Jabao.

-¿El qué?

-Ah, Gordo, ¿en qué tú estás, asere? Te digo que si estás para ir a meter un pase esta noche conmigo y nos buscamos un poco de plata, que yo también estoy en cero.

José Manuel lo mira a los ojos y le suda frío la espalda. Le va a decir que no, que si está loco, que si no se acuerda ya del tanque, que no aprende. Y se acuerda de ella otra vez. Le dijo que el miércoles después de las clases fueran a comer algo, que él invitaba. Hoy es martes. ¿Cómo pasó una semana y no pudo conseguir un peso? Ella le dijo que sí y le soltó una sonrisa de esas terribles.

-¿Y cómo es esa talla, Michel? Yo no quiero hacerle daño a nadie, asere.

-Gordo, no vamos a hacer daño, vamos a quitarle el dinero. Si el tipo se porta bien se va tranquilito para su casa, sin un rasguño –se ríe irónico y se encoge de hombros.

El Gordo quiere decirle que además le vayan a robar a alguien que tenga dinero, que tenga mucho, que le sobre, a lo Robin Hood, pero se lo calla.

-Papa, no me gusta la idea, pero dale, me hace falta el dinero.

El Jabao se ríe, le da una palmada en el hombro y casi gritando:

-Eso es un hombre, viejo, ese es mi chamaco –dice, después baja la voz-. Voy al gao a hacer unas cosas y en media hora paso por ti. ¿Ok?

Le dice y sale caminando como si no vivieran en el mismo edificio y en la misma escalera. El Gordo mira la película y quisiera estar de director en lugar de actor. “Corteeeeen”, gritaría y cambiaría todo el guión. No sabe cómo mierda sería, pero de alguna forma en la que él no iba con el Jabao a ninguna parte. Lo va a llamar para decirle que olvide eso, que él no va, que él nunca ha hecho eso, que él es un chamaco bueno, pero el Jabao va caminando con demasiada decisión y no mira atrás ni una vez.

“Mañana es miércoles”, piensa. “Cuando termine mi clase, voy a ver a Vanesa y vamos a ir a comer algo”, se estruja la cara con las dos manos. “Hoy por única vez, José Manuel, tú no sirves para esto, compadre”, se dice y sale caminando en la misma dirección que su amigo.



-Gordo, este callejón está bueno para unos minutos pero no para más. Pasa alguien por la esquina, ve a dos locos sentados aquí, solos, de noche, y estamos fritos, mi hermano. ¿Tú quieres ir preso, asere? Saca la pata, bota el singao carnet, repartamos el dinero, nos vamos, y todo está bien.

El Gordo sigue sin hablar, pero ahora al menos lo mira. Su pie sigue inmóvil sobre el carnet. Un metro más allá está la billetera abierta con algunos billetes a medio salir.

-Repinga, Gordo –pierde la paciencia el Jabao, habla con los dientes apretados-, dime por lo menos en qué cojones estás pensando.

-Espérate, asere. Dime una cosa, ¿qué hiciste con la navaja?

-Ya te dije que nada, viejo, no jodas más.

El Gordo pestañea y vuelve a ver la escena de hace unos minutos en cámara rápida. El Jabao sale de atrás del árbol y con la navaja en la mano le pide todo. El hombre se mete la mano en el bolsillo, saca la billetera y cuando la estira para entregarla, le agarra la mano al Jabao y con la otra le mete un piñazo. El Gordo desde atrás carga su pesada zurda y la baja con todo sobre la cara del hombre que cae al piso. Ahí Michel le empieza dar patadas con las dos piernas, una con cada una, alternando. Hace rato que el Gordo quiere gritar “corten” con todas sus fuerzas, pero no puede ni hablar. El Jabao sigue y jamás le da dos veces con la misma pierna. “Ya, loco, deja eso”, le logra decir el Gordo, lo coge por la mano. “Pero tú viste el maricón éste cómo me dio por la cara” y le suelta otra patada. El Gordo mira un segundo al hombre que se retuerce en el piso tapándose la cabeza con las manos.

Salen caminando rápido. El Jabao se toca el ojo y palpa la hinchazón que se empieza a formar, rechista, dice algo bajito con rabia, saca la navaja y vuelve. El Gordo cierra los ojos, aprieta los párpados a más no poder. “Corten”, piensa. Hubiera querido coger a Michel por la mano y retenerlo. “Corteen”. Hubiera querido tener fuerzas para tirarlo de un empujón hasta la próxima esquina. “Corteeen”. Siente un grito. “Corteeeeeeeen, mierda, por qué nadie me hace caso aquí, cojones”. Vuelve a abrir los ojos y están caminando. “Dale, Gordo, camina rápido, muévete, loco, que no vas por la playa”, le dice, lo empuja el Jabao.



El Jabao se para lentamente de la acera. Habla despacio, con una voz desconocida.

-Gordo, tú eres como un hermano para mí, asere, tú lo sabes. Pero no te pases. Todo tiene un límite. Atiéndeme a mí. Yo voy a coger ahora la billetera, voy a sacar el dinero, voy a coger mi parte y te voy a dar la tuya. Tú te vas a quedar ahí tranquilito y no vas a hacer ninguna escenita como la de ahorita. Después, si tú quieres, nos vamos. Si quieres quedarte ahí sentado, te quedas. Yo me piro.

Comienza a sacudirse las manos sin dejar de mirar al Gordo que tiene otra vez la vista perdida al frente.



La mente del Gordo está unos minutos atrás. No logra pisar el presente. El director ha perdido hace años el control del tiempo y de la película toda. Es tan fuerte que lo vive todo de nuevo. Van caminando rápido. A José Manuel le parece que hace muchas horas que caminan sin parar. No tiene idea de dónde están, ni hacia donde van. Mil imágenes pasan por su mente. Se le vienen todas las escenas juntas y la cabeza le quiere explotar. “Dobla por aquí, éste callejón es el tipo”, dice Michel y dobla una vez más. Él ya no quiere ser director, ni gritar “corten”, sólo quiere que esa secuencia terrible deje de darle vueltas en la cabeza. “Parada técnica, Gordo”, el Jabao le pone la mano en la barriga para detenerlo, se sientan en el contén, cogen aire. El Jabao saca la billetera con naturalidad y busca el dinero. Lo saca y cuenta. “Veinticinco fulas, Gordo, hicimos el pan. La billetera no está mala, me quedo con ella, ¿o tú la quieres?”. Dice, vuelve a meter los billetes. “Así que bueno, son diez para mí, diez para ti y cinco para mi ojo que ya me lo siento bastante hinchado”, dice el Jabao y se ríe. “Bueno, asere, tengo que coger un poco más, soy un damnificado de guerra”, y se vuelve a reír. Michel empieza a sacar las cosas de los compartimentos de la billetera, a romper los papelitos y tarjetas. Saca el carnet ahora y otro documento. Al Gordo se le vienen encima todas las imágenes de una vez y le da un manotazo, “qué hiciste con la navaja, Michel, repinga”, forcejean con la billetera, el Jabao abre los ojos verdes inmensos, “pero qué pinga te pasa, Gordo”, siguen forcejeando, el carnet se cae al piso, la billetera también, el Gordo la patea, pone el pie sobre el carnet y le da un último empujón al Jabao, que lo mira asombrado.



El Jabao se sacude ahora el pantalón, siempre mirando al amigo. Da un paso hacia la billetera, vuelve a hablar.

-¿Estamos, Gordo? Si te pones pesado de nuevo, esto va a acabar mal, loco.

Se agacha, recoge la billetera. Una mujer pasa de largo por la esquina. Ambos la ven. El Jabao se apura. Saca el dinero, coge dos billetes de cinco, los tira encima del Gordo y se guarda el resto. “No cambias, asere. Yo pensé que te habías hecho hombrecito ya”, sentencia el Jabao y sale caminando. Dobla la esquina sin mirar atrás.

El Gordo se queda sólo y las imágenes siguen por todas partes. No quiere que nadie le pregunte qué va a ser cuando sea grande.


Daniel Silva Jiménez

Abril, 2012

“Y si por un azar de la vida, usted se encuentra a salvo,
no olvide al vecino que almuerza una soga de barco”.
Buena Fe

Hace un par de días leí un post que escribió Roberto San Martín sobre el grupo cubano Buena Fe a raíz de su concierto en Miami. A través de su escrito me enteré de que el actor reside allí. Lo había dejado viviendo en España, o sea, por allá andaba la última vez que supe de él.

Primero lamenté su texto, porque a Robertico le tenía cariño. Personalmente no lo conozco, pero hace varios años encarnó de manera magistral el personaje de “Tito” en la conmovedora película “Habana Blues”. Una cinta que marcó a parte de mi generación, y que a mí me revolcó por el piso. No es, a mi juicio, una obra de arte magistral, pero toca fibras vitales de una manera sumamente sensible, acaso en el momento preciso. Particularmente los personajes se vuelven entrañables.

Como decía, le tenía cariño, en pasado. Cuando leí el texto del actor se me fue el cariño con la misma rapidez superficial con la que me llegó. De todas maneras a “Tito” lo voy a seguir queriendo, no sé qué fue de “su vida” pero mejor así.

El concierto que propició el texto de marras, lo dio Buena Fe en Miami el pasado 18 de Septiembre y generó gran polémica en esa ciudad. Una parte de los habitantes de esa urbe estaban en contra de que ocurriera el concierto. En medio de varias injurias contra estos músicos, sus detractores arguyen que son “comunistas”, y les enrostran como males imperdonables haber cantado feliz cumpleaños a Fidel el pasado 13 de agosto, haber cantado en los funerales del ex-presidente venezolano Hugo Chávez y haber llamado, unos años atrás, “puñeteras” a las damas de blanco.

Estuve leyendo un rato comentarios de habitantes de esa ciudad, a favor y en contra del concierto. Leí además algunos artículos previos al de San Martín. Me pasa una cosa curiosa. Entre estos dos bandos yo apoyo con mis dos manos levantadas a los que decidieron llenar el Miami Dade Country Auditorium. No obstante no comparto la razón esencial que esgrime la mayoría 1 de los que apoyaban que el concierto se realizara. En cambio, los que se oponían al concierto me parecen anacrónicos y malintencionados, pero concuerdo con el argumento esencial que esgrimen. Contradicción a la vista. Les cuento.

Me refiero a la afirmación de que la política y el arte no tienen relación alguna. Parece que en Miami un ciudadano es tolerado por la comunidad incluso si va a un concierto de un grupo que reside en Cuba y le cantó feliz cumpleaños a Fidel. Pero ya decir que apoya ciertas corrientes o ideas políticas es inadmisible. Por ejemplo, decir que te gustan algunas de las medidas políticas que llevó adelante en su país el ex presidente Chávez, puede convertirte en una especie de bicho aborrecible. Y bueno, ya decir que “no odias a los Castro” es sacrílego. Parecería que como mucho se “puede” esquivar todo eso y decir, “no, yo de política, nada”.

El tema tiene enjundia y queda para otro post un análisis más profundo, pero a grandes rasgos creo que por supuesto el arte y la política están estrechamente relacionados. Pero no sólo el arte, sino absolutamente todo. La política no es más que la vida de todos como conjunto. Si las personas que dirigen algunos proyectos políticos le parecen lamentables, no olvide que esas personas salieron de las sociedades que tenemos y de la que somos todos responsables irremediablemente. Incluidos los que creen que se salen por decir cosas  como “a mí la política no me interesa”.

Pese a lo anterior, me parece un mal camino proponer no disfrutar de una obra de arte por el hecho de que el autor tenga ciertas ideas o posturas.  Las ideas políticas de Mario Vargas Llosa están en las antípodas de las mías, pero pobre de mí si por eso me hubiera privado de su maravillosa obra narrativa, por poner un ejemplo entre miles. No obstante, si alguien decide que no admirará más la obra de una persona por sus opiniones políticas. Que no irá más a sus conciertos, o no comprará sus libros, sus cuadros, sus discos, porque eso sería apoyar a la persona a la cual no desea ver progresar, hacer fama. Lo respeto como opción personal. Lo que sí me parece descabellado es pretender exigirle eso al resto, o sea, masificar la intolerancia que se decidió para sí.

Pero Roberto San Martín va más allá en su texto. Se erige cual Dios omnipotente y pasa a decidir qué es arte y qué no, quién es artista y quién no.  “Yo soy un artista y vivo del arte y se que el arte debería estar por encima de cualquier posición política del artista. Pero digo arte y artista. Buena fe no tiene ni de uno ni de la otra”, nos dice. Cada uno es libre de tipificar el mundo como quiera, pero arrancar así, titulándose a sí mismo como artista y quitando esa categoría a un grupo sumamente popular, parece por lo menos un poco osado. A mí me da vergüenza ajena más bien.

Algunas líneas antes el actor había pontificado sobre la coherencia. Imparte cátedra diciendo que: “Lo que realmente me molesta de Buena Fe es su falta de coherencia. Y la ignorancia  que destapan”. La coherencia es otro tema complejo y su tratamiento en detalle también lo dejo para otro texto. No obstante, creo que todos somos incoherentes de alguna manera, lo cual no quita que debamos esforzarnos por serlo. No puedo asegurar que Roberto no es un ejemplo intachable de coherencia entre lo que dice y lo que hace en su vida diaria, y como bien me señalaba hace unos días mi amigo Yovany, entre lo que hace y lo que hace. Pero, así por especular, me atrevería a decir que no lo es. Sobre todo por un hecho estadístico, la inmensa mayoría de las personas no lo somos. El mundo no lo es.

De todas maneras existen límites, y cada uno elegirá cuánto de incoherencia le parece permisible. Creo que junto a la coherencia habría que ver con cuánto se compromete cada uno. Si no te comprometes con nada, si predicas que sólo te importa tu vida y mejorar personalmente cueste lo que cueste, violando incluso cualquier principio, entonces tal vez es fácil ser coherente. Quiero decir, si bien la coherencia es un bien preciado, no es para mí el único ni el mejor medidor para elogiar o criticar a alguien.

Buena Fe no es un dechado de coherencia. Conozco a algunos artistas y también no-artistas que lo son mucho más. Su punto más flojo lo vi cuando en vísperas de otro viaje a Miami negaron haberle dicho “puñeteras” a las damas de blanco, cuando existe un video donde se recoge claramente el momento en que lo hacen. Luego dieron marcha atrás con la negación y pidieron disculpas. En una entrevista reciente, Israel Rojas, líder de la banda, responde todas las preguntas de una reportera filosa de Miami. Sin perder la dignidad, ni negar nada de lo que han hecho, ni de lo que son, se mueve hábilmente en aguas difíciles para bojear diplomáticamente los temas más candentes. Está claro que Buena Fe quiere poder tocar en Miami, y también que quiere ganar dinero, algo que a mi juicio no está mal per se.

En mi caso les perdono sus pequeños huecos de coherencia, porque hacen cosas que me parecen valiosas. Por ejemplo tocar por toda Cuba. Ir a ciudades pequeñas y pueblitos de la isla a darle alegría a la gente, algo que no necesitan hacer, ni para ganar fama, ni menos para ganar dinero. No me olvido tampoco de cuando grabaron hace unos años un tema con Los Aldeanos (muy bueno, por cierto). No ahora que Los Aldeanos andan viajando por todo el mundo y les va sumamente bien, sino cuando en Cuba casi todos les daban la espalda. Cuando los autoridades, que siempre los han mirado mal, no les permitían salir del país, en una de esas incomprensiblemente estúpidas medidas del gobierno cubano. Me pareció un acto valiente y que aportaba a la aceptación de la diversidad que necesitamos en Cuba (y en todos lados).

Pero sobre todo valoro que sus canciones sean muy populares en Cuba. Sus letras son reflexivas, tocan temas importantes, critican y ponderan realidades del entorno nacional y también de la aldea global que tenemos en este mundo tan torcido. Que algo así llegue a los jóvenes de mi país, desde un grupo que hace sus canciones allí mismo, me parece excelente. Sobre todo cuando hay poca competencia de discurso (que logre ser masivo, quiero decir) al desastre del reggaetón que en la inmensa mayoría de sus textos promueve la mercantilización, la mujer vista como un objeto y el afán por los bienes materiales y el dinero por encima de todo y como mayor valor. Y no sigo la lista porque parezco un abuelo.

(Quiero aclarar que no soy un fan de Buena Fe, sólo me gusta. Algunos de sus temas me parecen melosos en la música, y algunos de sus textos los encuentro simples, predecibles y pegajosos  a través de metáforas fáciles. Sin embargo, otras muchas de sus canciones me parece muy buenas. En cualquier caso, ni siquiera el primer grupo de canciones escapa a lo que digo en el párrafo anterior).

En el otro extremo, el “aporte” del quizás muy coherente Roberto San Martín a su país de origen es ser un partidario del bloqueo férreo de USA hacia Cuba. Él, desde Miami, se adhiere, con mucho orgullo, a las posiciones más duras. Le molesta muchísimo que los cubanos (imagino que se refiere a los residentes en la isla) entren “a este país como perro por su casa”. Dice además que hay que luchar por ahogar a Cuba, que “[…]el enemigo es más grande que dos viejos de mierda con ínfulas de mafiosos. El enemigo está en cada artista que regresa a recuperar su ego. El enemigo está en cada remesa de dinero que se le manda a Castro. En cada viaje a ver a la familia […]”. Penoso. Muy.

Finalmente me dio pena con Robertico. Me dio pena, porque creo que está enfermo de ese resentimiento amargo que lamentablemente aqueja a algunos cubanos emigrados. En definitiva la gente no es culpable de sus enfermedades, quizás ni siquiera de esas del alma como la amargura y el odio. Me dio pena además su blog horrible (bueno, quizás dicen lo mismo del mío, pero yo no soy un personaje público), su muy mala redacción, sus faltas de ortografía (entre otras perlas dice que las canciones de Buena Fe están “Echas para caer bien”).

Como dije ya no le tengo cariño, pero si mañana trabaja en una película o una obra de teatro que esté buena, no dudaré en ir a verla. Quizás, como “Tito”, me cae bien el personaje que encarne y me conmueven sus dotes actorales.

Daniel Silva Jiménez



1 Cuando digo “mayoría” mi aseveración no es rigurosa, porque no tengo encuestas de opinión bien calculadas a mano. Esto y también mis apreciaciones sobre el sentir de grupos de personas, son eso, apreciaciones mías, que como las de cualquiera, pueden estar equivocadas. Y como cualquier generalización también tendrá excepciones.

A Yai, niña preciosa, chinita mía.

“Qué simpático el chinito”, me dijo Susana hace dos semanas y yo apenas le presté atención. Había un muchacho de ojos rasgados, con pelos largos y estirados sobre la cara, evidentemente asiático puro, sentado en el contén del barrio (como hace un siglo atrás, tal vez, cuando la gran inmigración china). Le sonreí por cortesía (a mi esposa), y seguí con el tema que veníamos conversando, seguramente más interesante que la presencia de un asiático en una calle del Vedado. 

En los días siguientes lo seguimos viendo, pero ya no solitario: varios compatriotas suyos lo acompañaban. A veces en el parque de la esquina, otras en la misma acera de la primera vez o en los portales de las casas vecinas. Conversando en su raro idioma, jugando a las cartas, escuchando música en pequeños aparaticos, y algunas veces, cosa curiosa (al menos para nosotros, occidentales ignorantes de culturas lejanas), sin hacer nada, sentados juntos, sin hablar, mirándose el pelo o el paisaje circundante, pensando vaya a saber en qué saberes.

Ya en los últimos días fue difícil llegar hasta la casa y seguir conversando tranquilamente como antaño (y no sé por qué ahora dos semanas me parecen un pasado tan lejano), sin comentar esta nueva presencia en el barrio; el chinito del primer día difuminado entre sus coterráneos. Estaban por todas partes. Hombres y mujeres, todos jóvenes. Un par de cuadras antes de llegar a la casa se les veía en las aceras, en los jardines, jugando con una pelota, conversando, pelándose, o alrededor de una mesa haciendo algo que no comprendíamos en nuestro paso de miradas indiscretas.

Hoy cuando salí para el trabajo y vi a uno de ellos desperezándose en el portal de mi edificio, como si hubiera dormido en la casa de abajo,  tuve un presentimiento, una mala espina, una sensación de que algo no andaba bien. Pero aparté esa idea de mi cabeza y seguí mi camino. No hay que atribularse por boberías, me dije, por cosas sin importancia, por ideas que uno se hace, por prejuicios tontos. Luego mucho calor, reuniones, tanto trabajo que no pensé más en eso.

Hace unas horas, cuando estábamos preparando la comida, tocaron a la puerta. “¿Esperas a alguien?”, yo con cara extrañada, poniéndome un pulóver, me dirigí a abrir la puerta de la escalera. “No, yo no quedé con nadie”, Susana también con cara de asombro pero sin darle importancia siguió echando especias a la cazuela en el fuego. Halé el cordelito, se abrió la puerta de la calle y vi aparecer allá abajo a dos chinitos jóvenes y sonrientes. Una muchacha y un muchacho. “Hola, qué desean, a quién buscan”, dije algo asombrado. “Ge buei poeng you, ta tia jao”, dijo el varón levantando la mano, luego cerró despacito la puerta y comenzaron a subir. Ella con una mochila no muy grande en la espalda, él con un maletín en la mano. “¿Cómo?” dije atribulado, sin entender nada. “No hablo chino”, volví a decir, despacio, articulando enfáticamente, y enseguida me di cuenta de lo tonto que había sido decir eso. “Wo men yao je nimen ichi tugüo yo tian”, dijo ella en un tono que me pareció amable. Los dos sin dejar de sonreír. Ambos parados frente a mí, un par de escalones debajo, estrechándome las manos. Yo no podía salir de mi asombro, ni abrir más lo ojos, inmensos ahora, en contraste con los de ellos: ínfimos. Les estreché la mía a falta de opciones. Ellos correspondieron haciendo reverencias, sonriendo más aún. “Pero, no entiendo, espérense un momento”, balbuceé, “do you speak english?”, dije tomando aliento, sintiéndome aliviado por un momento. Ellos sonreían y asentían con gesto pronunciado. Continuaron subiendo, me pasaron por al lado (yo estaba paralizado, absolutamente incapaz de hacer nada) y se dirigieron hacia la puerta de nuestro apartamento. “Tue pu chi. Women je nimen sai ichi jen kaixin”, dijo ahora él, con el mismo tono amable y la sonrisa perenne, dirigiéndose a Susana que franqueaba la puerta, estupefacta también, alternando su mirada atónita entre ellos y yo. Levantando las cejas, abriendo los brazos (la espumadera en una mano), “qué es esto”, me decía sin hablar, enlentencida, estrechándole la mano a los dos chinitos, que de nuevo hacían reverencias pronunciadas. La muchacha empujó a Susana con gesto de seda, y dando un paso elegante, entraron a la casa ante la petrificación de mi esposa. Susana me miraba exigiéndome una explicación, y yo no podía hacer otra cosa que encoger los hombros, y devolverle la exigencia.

Los chinitos se instalaron en el otro cuarto. No sé cómo supieron cuál era el nuestro porque en ambos hay una cama, bien tendidas las dos. Cuando entramos ya estaban sacando algunas cosas de sus bolsos. Mientras ella ponía los enseres de ducharse en el baño, él nos entregó un obsequio a cada uno: un llavero con el mapa de China a mí, y un colorido jueguito de collar y pulsera a Susana. Sin dejar de sonreír en cada paso que daban, ayudaron a terminar de hacer la comida, a poner la mesa. Apenas hablaron entre ellos, quizás por respeto, al ver que nosotros también nos dirigíamos muy poco la palabra.

Al finalizar la cena nos hicieron entender que ellos fregarían. Dejaron la cocina muy limpia, sus palitos escurriéndose junto al resto de los cubiertos. Se bañaron después de nosotros y cerraron la puerta del cuarto, diciendo adiós con la mano y haciendo una reverencia, la última de la noche.

No puedo conciliar el sueño. Susana ya lo consiguió. La miro con envidia. Por momentos me da miedo que vayan a hacer algo mientras dormimos, aunque tenían una cara tan apacible. He pensado en ir a avisarles a nuestros vecinos de enfrente, a decirles que no abran la puerta, pero me parece que va a ser en vano. Que es inevitable. Cierro lo ojos, trato de dormirme, de no pensar más. Mañana será otro día.

Daniel Silva Jiménez

marzo de 2008
Sus labios rojos hoy me lo parecen más que nunca. Sus ojos están tristes, pero su boca siempre esconde una sonrisa. Ella es tal vez la felicidad de mañana. La conocí hace dos meses. Pasé esos siglos en el paraíso. Mi ínfimo cuarto se convirtió en un palacio. Dije el último adiós con los ojos cerrados. Evité el ardor de ver su tez de hada. Abrí los ojos de nuevo y el oficial me puso el último cuño. “Salida definitiva”. Crucé la puerta. La cobardía es asunto también de los amantes.

Daniel Silva Jiménez

Noviembre, 2008

Patria sagrada, ansias del alba,
no te olvides que andamos muy mal sin ti.
Santiago Feliú

Optimismo listo

Bendita sea La Habana, ciudad de mis sentimientos. A mediados del último mes del ya finado   2013 aterrizamos allí, donde nací hace más de treinta agostos. Pasados dos años de mi última visita, quería encontrar mi ciudad como mismo la sintió Vanito en su canción: a todo color [1]. No es tan fácil.

La realidad de un país es subjetiva y vive en cada uno transida por las esperanzas, los deseos, las desilusiones, las vivencias que cada cual carga en su maletín. La distancia es un potenciador eficiente de la confusión que es la realidad per se. Ya lo sabía de viajes anteriores pero hay cosas que uno se pasa toda la vida desaprendiendo.

 Con nuevos bares y restaurantes boyantes por conocer. Con ganas de ver sobre la marcha los avances en los pequeños negocios que desde hace pocos años los cubanos pueden abrir. Con la idea de las cooperativas tomando fuerza. Con la esperanza puesta en nuevas formas para incentivar la agricultura. Con la reciente reforma migratoria, que permite a mucha gente ir y venir, con facilidad, sin soltar las amarras en la isla. A sabiendas de que algunos músicos y un par de conocidos decidieron volver a vivir a Cuba. Con todo eso y cargando al hombro un saco grande de ganas de encontrar un país mejor me bajé del avión en la terminal 5 del Aeropuerto José Martí.

El invierno nos recibió soleado y caluroso como le pedí. El intenso y peculiar verde de Cuba me llenó los ojos enseguida; y al corazón esa sensación rara y profunda de llegar otra vez a tu país. Ese fluir tantas veces repetido, siempre inigualable, intenso y distinto.

Al llegar a casa comprobé que el perro había madurado. Saludaba amistosamente a diferencia de viajes anteriores donde ladraba como un obseso durante varios minutos. Papucho es el primer perro que llega a vivir a mi casa luego de mi partida. Quizás era un buen síntoma de todo el país. Conversando luego, con mi morral de buenos augurios nacionales desparramados sobre la mesa, mi mamá me lanzó una señal sutil e incisiva. Con su sonrisa dulce e imborrable me dijo: “I love your optimism”. Veríamos.


¿Quo Vadis?

El desafío de los cambios impulsados por el gobierno de Raúl Castro se sabe cuál es, o cuál debería ser. Se parece mucho, además, al de cualquier gobierno que se proponga cambios en un país. Se trata, nada más y nada menos, de cambiar las aristas que están mal, sin tumbar en ese camino las que andan bien. Lo de mal y bien, ya se sabe, es relativo en cualquier ámbito, y será siempre tierra fértil para el debate, aunque lo que suscita mayores discrepancias en la arena político-vital son las formas de llegar a ciertos resultados y no tanto estos en sí mismos.

Me da cierta aprensión enunciar lo que para mí está bien en Cuba porque me puedo parecer al Granma1, y eso es algo grave. Los cubanos pueden entenderme. Pero ciertos tópicos están tan bien que tengo que correr el riesgo y mencionar al menos algunos que son medulares, incluso a sabiendas de lo manido de ellos. (Me refiero a estos tópicos en su concepción y no en su estado actual).

 Siempre lo valoré, pero después de dar unas vueltecitas por Latinoamérica no puedo si no emocionarme al saber que: absolutamente todos los niños en Cuba van a la escuela, y para más satisfacción, a una escuela pública; todas las personas tienen atención médica garantizada, que con todas las carencias que se conocen, existe y es accesible; se puede caminar por cualquier calle de Cuba y la probabilidad de que te asalten es muy baja (máxime comparando con cualquier país de la región); el consumo de drogas duras es bajísimo; el movimiento cultural es amplísimo, con altos estándares de calidad y realmente accesible para todos. Dejémoslo ahí, aunque podría seguir, y también agregar algunos ya muy personales como por ejemplo la alegría que me da saber que en toda Cuba no hay ni un McDonald de porquería, ni una oficina de Monsanto.

La mayoría de los cambios que han tenido lugar en estos últimos años me parecen positivos, pero si no se acompañan de otros, su resultado final puede no serlo. Lo que vi, en la concreta, es que ninguna de las reformas en marcha está tomando una ruta que conlleve a preservar nada de lo antes mencionado. Quizás al final de un tortuoso, y sobre todo misterioso camino trazado en el pequeño círculo de poder eso está pensado. Si así fuera hay un pequeño detalle que creo se les escapa: la gente está muy cansada de que no la tengan en cuenta. Volveré sobre esto.


Privados con motor, cooperativas con velas

En Cuba (sobre todo en La Habana, pero también lo comprobé en Santa Clara) hay ahora muchísima más opciones que antes para comer, merendar, tomar una cerveza o un café. Si tienes dinero para ir a ellos, se agradece mucho.
En los dos años transcurridos desde mi última visita aumentó notablemente el número de negocios, a todas luces prósperos. Hay lavaderos de carros, lugares donde arreglan computadoras y otros varios, pero particularmente han proliferado los negocios del rubro gastronómico y los que alquilan cuartos, fundamentalmente a turistas.

En Santa Clara cenamos una noche en “El Sol”, un restaurante que tiene tres pisos. Según me contaron, había empezado por ser un pequeño local en planta baja. Se aprecia claramente que han ido subiendo. La carta era en pesos cubanos (CUP), lo cual no tendría por qué implicar un precio más bajo que uno con la carta en convertibles (CUC)2, pero por lo general es un indicador de precios más bajos, al menos un poco. “El Sol” cumplía la tendencia.

En La Habana se estila más la moneda “fuerte” y hay restaurantes con una gama amplia de precios. Pese a la variedad de opciones parecerían prosperar y florecer los que apuntan al sector alto del mercado. El hecho de que no existan opciones de ventas mayoristas atenta directamente contra que puedan aparecer y diseminarse lugares con precios más asequibles.

También han aparecido varios bares particulares y hasta discotecas. Estuve en una que decían recién había abierto. De dos pisos, con dos barras y una pista de baile amplia, se ve que había recibido una inversión fuerte para la infraestructura. El nombre era en inglés (“Up & Down”) y los precios eran altos. La cerveza más barata costaba casi 3 CUC (suele costar entre 1 y 1,50). A la una de la mañana estaba que explotaba de gente, todos consumiendo como locos. Parecía bien rentable.

Me alegro de que prospere la pequeña propiedad privada, pero preocupa el régimen de trabajo que se está gestando allí. Si bien cualquier empleado de estos negocios gana mucho mejor que un empleado del estado, y por ende, bastante por encima de la media, las leyes laborales son sumamente endebles. No hay nada que regule para estos negocios, salario mínimo, ni vacaciones, ni despidos, ni licencias de maternidad o enfermedad. Con un ejército de gente con exiguos salarios, los dueños de estos establecimientos pueden exigir, si quieren, demasiado. Como bien me marcara mi padre, la situación se parece, de alguna manera y salvando las distancias, a la que criticaba Marx hace dos siglos como parte del capitalismo más primitivo. No he leído el nuevo código civil del trabajo, pero tengo entendido que apenas mejora esta situación.

Por otro lado, se abrió hace algún tiempo la posibilidad de crear cooperativas. Estas son, a mi juicio, mucho más justas como sistema de propiedad. Pero a diferencia de los llamados “cuentapropistas”, que avanzan a toda máquina, el tema del cooperativismo va montado en un elefante que parecería venir caminando tranquilamente por lejanas llanuras y que aún tiene que nadar hasta la isla. Para abrir una cooperativa tienes que dar un conjunto de pasos burocráticos que puede ser interminable. Según la ley que salió sobre cooperativismo, éste sector está en una etapa experimental, pero lo cierto es que están dejando “experimentar” bastante poco. Conocí a varios amigos que llevan meses esperando que les aprueben una.

Humberto, un querido amigo especialista en el tema, me contaba que entre otras cosas faltaba que la gente entendiera mejor el concepto de cooperativa, pues algunos pretendían llevar las viejas prácticas estatales verticalistas a ese terreno. Él mismo trabaja como asesor en un barrio céntrico de la capital. No obstante parecería que no hay prisas desde el gobierno, o no hay reales ganas. Esa pachocha parecería acarrear un claro peligro para un eventual éxito del cooperativismo en una sociedad que va a toda velocidad en el terreno privado, y que además carga sobre sus hombros el cansancio acumulado de años de burocracia ineficiente y autoritaria.


Lo que yo quiero es un carro

La Habana parecería ir para atrás en el tiempo a juzgar por su parque automotriz. Cada vez hay más almendrones3. Eso me pareció a simple vista y luego me lo confirmó un amigo. Con las nuevas chapas no se puede saber la procedencia del carro, pero hace un tiempo, cuando la letra de la patente delataba la provincia de procedencia del dueño, se vio la sobrepoblación de carros de provincias cercanas. Tiene lógica. En la capital se mueve más dinero y es más necesario coger un taxi pues las distancias son más largas que en otras ciudades de la isla. Los boteros4 son de los cuentapropistas más prósperos, al menos los que son dueños del carro que manejan.

En La Habana hoy es fácil montarte en un taxi colectivo. Aunque para un trabajador medio es imposible usarlo todos los días, saber que, ante una urgencia, necesidad o especial deseo, está la opción, es un alivio. Los precios se mantienen a raya por la competencia, pero también gracias a una medida inteligente del estado. Éste fomentó una cooperativa de pequeños buses que son cómodos, con aire acondicionado y cuestan 5 CUP (el precio más común de los taxis colectivos es 10 CUP), si bien son poquísimos los buses de esa empresa, juegan su papel. Por qué no amplían iniciativas de ese tipo es para mí un misterio. En particular sería seguramente exitosa para los viajes entre provincias.

El transporte inter provincial sigue siendo una dura odisea. Ahora acaso peor que antes. Conseguir pasaje para un ómnibus de la empresa Astro, la única con precios alcanzables para un salario cubano común, sigue siendo un privilegio difícil de obtener. Para lograrlo hay que pasar largas colas que pueden durar más de un día e ir además con muchos días de anticipación. En definitiva la capacidad ofertada es considerablemente menor que las personas con intenciones de viajar. La aseveración anterior la comprobé en la carretera con mis propios ojos. Si bien estábamos en fin de año, donde la demanda de viajes al interior aumenta, fue duro ver a muchos centenares de personas a lo largo de la carretera. Esperaban casi con fe religiosa, a que pasara algún camión o medio de transporte cualquiera que los recogiera. Familias enteras con niños, con colchones y campamentos, sabedores de que el viaje de 500 ó 600 km duraría muy probablemente más de 24 horas.

La opción alternativa, cuando tienes un poco más  de dinero, es coger un taxi colectivo interprovincial. Pero resulta que estos se han encarecido luego de la aparición de la mafia de los buquenques. Estos parásitos de la sociedad se encargan del innecesario trabajo de pararse delante de los carros que salen para provincia a gritar el destino del carro y contabilizar cuántos han montado y cuántos faltan. Algo que podrían hacer los choferes o los propios pasajeros. De cualquier modo, podría tolerarse que existiera esa “profesión”, el grave problema es que han encarecido los pasajes sensiblemente y se comportan como verdaderos mafiosos. Resulta que uno no puede ni siquiera dirigirle la palabra a los choferes para coordinar precios, pues ellos te lo aclaran en clave de rufianes. A los choferes a su vez también los tienen amedrentados. Un viaje de la Habana a Santa Clara, siempre costó 10 CUC, ahora cuesta 15 CUC, de los cuáles los choferes siguen ganando los mismos 10 y los “agraciados” buquenques se llevan 5 por pasajero luego de tan esforzado trabajo. Para cerrar la desastrosa ecuación, el estado los habilitó como cuentapropistas. Los denominan, “gestores de viajes”. Por supuesto el impuesto que pagan es ínfimo para lo que ganan luego de la dinámica mencionada.


Fuera de foco

Ahora mismo en La Habana se da un fenómeno visual curioso. Si vas caminando por el Malecón mirando hacia el Este, verás la hermosa vista que ofrece la villa de San Cristóbal de La Habana, y en medio, el Capitolio fuera de foco. Resulta que lo están restaurando con la idea de que el parlamento vuelva a esa sede como ocurría en la neo república. La metáfora vale: con frecuencia el gobierno parece estar desenfocado.




Se me vienen a la mente dos medidas recientes bien “desenfocadas”. La primera fue el cierre de los cines 3D. Con extrañas justificaciones decidieron de un día para otro que no era bueno que éste negocio existiera. La reseña que hace Eduardo del Llano sobre el tema en su blog me parece ilustrativa [2]. Sinceramente pensé que la echarían para atrás rápidamente, como hicieron con estupideces como prohibir las congas en los estadios de pelota, o con la tonta sanción que impusieron a Roberto Carcassés por cantar unos coros inapropiados, a juzgar por ciertos dirigentes.

La segunda fue el establecimiento de precios desorbitados para la venta de carros, una vez  habilitada la venta liberada de estos. Estaba en Cuba cuando salió la medida. Los descomunales precios estipulados provocaron desde indignación por el ridículo internacional hasta chistes de todo tipo. Uno bueno fue el de la cucarachita Martina que se encontró un cuarto de millón de dólares y dudaba entre comprarse un apartamento en Manhattan o un Peugeot en Cuba. La arista más jodida de la ley es, a mi modo de ver, la que tiene que ver con quiénes tenían la dichosa carta. Esta fue obtenida lícitamente según las reglas del juego y ahora sus poseedores quedaron totalmente fuera, violando un acuerdo creado, aunque fuera tácitamente. Eso no se hace. La descascarada prensa cubana, como en tantos otros temas que recalientan la cotidianidad nacional decidió no decir ni pío. No obstante, para mi sorpresa, en un periódico de Sancti Spíritus apenas conocido salió una nota [3], que aunque apareció muchos días después de comenzada la polémica, está buena.


Siga participando

Las elecciones en Cuba son un teatro con muy poco de representatividad real. Esto creo que es difícil discutirlo, aunque para cualquier tema hay caballitos de batalla. Pero ya sería muy bueno que  al menos los diputados que tenemos, cuasi puestos a dedo, debatieran los problemas con profundidad y tomaran decisiones realmente. Pese a algunas afirmaciones del presidente, poco ha cambiado en ese sentido.

El edulcorado sistema informativo de la televisión nacional y su compañera de mediocridad, la prensa escrita, dicen algo así como que en la Asamblea Nacional5 se dan intensos debates que permiten tomar las más acertadas decisiones para el pueblo. Para darse cuenta de que esa afirmación es bastante burlona basta con ver las votaciones que se realizan en las sesiones sobre las distintas leyes o disposiciones. Todas resultan aprobadas por unanimidad. En mi experiencia, poner a 5 personas de acuerdo en algo, incluso tratándose de gente de ideas muy parecidas, es bien complicado. Pero en el parlamento cubano los 612 diputados siempre están de acuerdo en todo.

Ah, no, miento, siempre no. Hace unos días se dio un histórico caso, hubo un voto en contra. La disidencia de opinión vino nada menos que de la hija del presidente. Sin quitar los méritos que pueda tener Mariela, da gracia que sea ella quién se atreva. Para colmo lo que se estaba discutiendo era en qué términos se escribiría una ley, no un tema realmente de fondo. Cuando Esteban Lazo, presidente de la Asamblea, vio una mano levantada en contra, se quedó totalmente desconcertado, y luego de algunos segundos de confusión declaró: “queda aprobado por inmensa mayoría”.

La frase que dijo el cineasta Enrique Colina en una reciente entrevista [4], sumamente lúcida, me parece magistral: “La obstinación utópica convierte los sueños en pesadilla si no hay crítica, si no hay debate de ideas. Comparto las ideas humanistas de la Revolución y me rebelo obsesivamente contra la práctica de su deformación”.

Vuelvo sobre la prensa, que pobrecita, no mejora, o lo hace de forma muy discreta. En uno de los pequeños avances que ha tenido el Granma, en su tímido intento de acercarse algo a la realidad constante y sonante, mantiene desde hace unos años una sección de cartas de los lectores que viene en la edición de los viernes. Allí se publican opiniones de lectores y respuestas de sectores estatales a estas críticas o comentarios. En mi anterior visita me sobresalté ante la leyenda que encabeza estas opiniones de lectores. Decía que: a continuación se presentaban “opiniones con las que se puede estar o no de acuerdo[sic]. Dos años después sigue estando el mismo título en esa sección. Es realmente gracioso que induzcan explícitamente a que con los otros artículos, ya propiamente del periódico, hay que estar de acuerdo obligatoriamente.

Raúl Castro cumple 83 años en éste 2014 que comienza. Las grandes decisiones se siguen tomando arriba por un grupo de poder que no se sabe a ciencia cierta quién lo integra. La participación real del pueblo en la toma de decisiones sigue siendo demasiado escasa, pese al cambio de discurso impulsado por el propio presidente desde su llegada al poder. El futuro es, en términos políticos y estructurales bastante brumoso. Esa incertidumbre estratégica la sentí otra vez palpitar en cada uno de los muchos cubanos con los que hablé.


Los pilares

Mi sobrino Nicolás nació hace unos tres meses en el mismo hospital donde lo hice yo hace unas tres décadas. Vi las fotos del baño y los cuartos donde pernoctan las embarazadas a término y recién paridas, algunas operadas. Daban grima. No obstante, según me cuentan, los atendieron bien y el Nico ha recibido una atención médica cuidadosa en todos sus controles desde el día en que nació.

Han corrido en la calle varias versiones de que en los primeros meses de éste año duplicarían el salario de médicos y personal de la salud. Estamos a mediados de febrero y todavía nada ha pasado. Ojalá el rumor no sea sólo eso. Tal aumento salarial todavía seguiría siendo muy insuficiente para una cotidianidad encarecida y cada vez con menos subsidios, pero sería un paso importante.

Varios amigos con hijos en edad escolar me contaron a viva voz del deterioro latente en las escuelas cubanas. Un proceso que viene ocurriendo hace años y no parece detenerse, pese a pequeñas mejoras temporales. En particular parece ser más fuerte en la escuela secundaria donde algunos cursos pasan muchos días sin tener profesores delante.
Si no hay un aumento salarial grande a todos los empleados del estado, pero en particular en la educación y la salud; si no se realiza una inversión fuerte en esos sectores, más que nada en cuidar a la gente que allí trabaja día a día, será difícil construir una sociedad mejor y más justa.


La emigración, mi amor

Uno de los problemas más grandes que ha sufrido la sociedad cubana en los últimos años es el migratorio. Se sabe. Esa opción de vida como perspectiva de progreso, se ha diseminado y puesto en práctica ampliamente por muchas generaciones.

El gobierno se ha encargado de repetir que la emigración ha sido por razones económicas y no políticas. Creo esto es así sólo hasta cierto punto. Las carencias materiales se combinan con la falta de oportunidades para participar en la toma de decisiones, la casi imposibilidad de ser parte de la construcción de espacios autónomos, o proyectos de transformación, incluso a pequeña escala.

En cualquier caso, un buen síntoma para la nación sería ver disminuir la fiebre migratoria. Mi percepción fue contraria a eso. Me llamó la atención, por ejemplo, ver esas intenciones en algunos amigos que siempre dijeron que no emigrarían. O en otros ya entrados en años, que parecerían no estar en edad de emprender esas peripecias vitales.

Cómo decía antes, la estructura verticalista, que dispara leyes y regulaciones desde arriba, está siendo desmontada (si es que) demasiado lentamente. El cansancio acumulado por promesas que no fueron, pesa como plomo, e incluso pesa la falta de promesas. Dice Raúl que los cambios se van a realizar sin prisas pero sin pausas. Hace tiempo me pregunto a quién le habrá consultado la parte de la poca prisa.

La emigración y la realidad cubana están emparentadas desde hace años de una manera que quizás hasta cansa. Pero si el sol quema día a día no queda otra que mencionarlo, pues la maniobra del dedo ya se sabe vacua.


Mi música

Creo que pase lo que pase nuestra querida isla estará llena de música. El avasallador reggaetón sigue fuerte en la preferencia de muchos jóvenes. La tendencia asusta. Con su pobreza musical y más que nada sus terribles letras machistas, materialistas y un largo etcétera, el género goza de buena salud. No obstante, y afortunadamente, hay variantes de sobra y el talento crece como enredadera.

Siempre que voy disfruto reconocer el par de canciones que más están sonando. Éste año, que no me gustaron las que estaban en ese caso, me di cuenta por qué es tan claro cuáles son estas. ¡No paran de sonar! El pegajoso e insustancial “Vivir la vida” de Marc Anthony y “Bailando” de un comercailícimo Descemer en colaboración con Gente de Zona los escuchas como mínimo diez veces por día.

Por suerte, siguiéndole los pasos a esos dos mega éxitos, sonaban los tremendos temas de Habana de Primera. Así de vez en cuando podía desahogarme escuchando al gordo prodigioso que nos recordaba aquello de que: “…mi música, la que es oriunda del monte, de donde el venado coge el trillo y se oye el trino del sinsonte; ya está bueno ya…”.


La esperanza siempre

Mi amiga fulana es Doctora en Ciencias y profesora de la Universidad hace más de 25 años. Para “completar” su salario algunas tardes funge de chofer y guía turística a visitantes extranjeros que solicitan un tour. Me cuenta que prepara recorridos interesantes, con paradas en lugares históricos, ricos en anécdotas y sucesos relevantes del pasado. No obstante, a los turistas de turno suele interesarles mucho más que le hable de la situación actual, de su visión de la realidad, de las contiendas que se viven cada día, que de hechos de la historia y monumentos.

Hace unos días, después de escuchar la larga lista de pesares que lleva sobre los hombros la sociedad cubana, un visitante mexicano le dijo algo clave: es verdad que tienen muchísimos problemas, pero parecerían mucho más fáciles de solucionar que los nuestros.

Me parece acertado. El mundo está hoy quizás mucho más patas arribas que como lo describió Galeano hace ya tres lustros. El mal de otros es un tonto consuelo, pero de alguna manera revive una esperanza de futuro, si uno se mira en espejos abarcadores. En días soleados pienso que la isla tiene chances de convertirse en un lugar muy atractivo para vivir, a donde regresemos muchos y donde quepamos todos.Incluso algunos nuevos, como Oliverio.


 La encrucijada es compleja. El capitalismo acecha con sus tentáculos de plásticos brillantes y engañosos. El pasado transitado por ese intento de presunto socialismo que tuvimos repele con sus muchas aristas no exitosas y algunas desastrosas. Pero quizás se puede lograr aquello que mencionaba de mantener lo bueno y conjurar lo malo. Como dijera el Santi, que triste y sorpresivamente se nos fue hace unos días: ¿qué color tendría el mundo, si se te acabara el sueño? [5]

Daniel Silva Jiménez

Buenos Aires, Febrero del 2014

CITADERO
[1] – “Habana a todo color”. Vanito Brown:

[2] – “2D”. Eduardo del Llano: http://eduardodelllano.wordpress.com/2013/11/12/2d/

[3] – “Precios sin timón”: http://www.escambray.cu/2014/precios-sin-timon/


 [5] – “Para ti”. Santiago Feliú: http://www.youtube.com/watch?v=PNp1ikCZdv8



1 Órgano oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y diario de mayor tirada y distribución nacional en Cuba. (Las notas al pie están escritas para no cubanos).
2 En Cuba circulan dos monedas. El CUC, que vale igual a un dólar americano (USD) y el CUP, que vale 24 veces menos que el dólar. Todos los trabajadores del estado reciben la mayor parte de su salario en la segunda moneda.
3 Manera de llamarle popularmente a los carros americanos de la década del 50 del siglo pasado que sobreviven activamente en la isla como en ningún país del mundo.
4 Botero se le dice a los choferes de taxis particulares. Particularmente a los que manejan taxis colectivos que tienen una ruta fija que los pasajeros comparten según el tramo que les convenga.
5 La Asamblea Nacional del Poder Popular es el equivalente al congreso de la nación. Donde se deciden y aprueban las leyes y disposiciones que rigen la vida del país.



-Blogo, qué bolá.

-Pero mirá quién apareció. Pensé que no venías más.

-Asere, tú ni saludas. Lo tuyo es verme y empezar a dar el berro, ¿no? Por cierto, ¿tú viste la verruga que has dado el otro día cuando te dejé la notica sobre las etiquetas? Brother, cógelo suave.

-Pero todavía tenés cara de recordarme eso. Lo tuyo es impresionante, papi.

-Mira, mi bloguito querido, las cosas hay que tomarlas con calma, tranquilo, suavecito. Y te tengo que decir algo medio malo. Lo próximo que traigo es otro texto viejo.

-…

-Na, mentira-mentira-mentira-mentira. Quita esa cara, hijo, era un chiste.

-Sos un boludo impresionante. Qué susto me diste, chabón. No podés jugar así con mi corazón. A ver si me da una cosa, me entra un dolor en el HTTP y me tenés que llevar corriendo a que me operen el HOST. Ahí te quiero ver.

-Ay ya, viejo, no seas dramático. Además tumba el hablaito ese, te lo dije desde el primer día. Mañana publico la cónica del viaje a Cuba 2014. Ya la tengo casi lista. Me voy, a ver si le corrijo las últimas cosas. Ah, se me olvidaba decirte algo, voy a ser papá pronto. De un niño de verdad, digo, tú eres un hijo bobo, pura letra y cháchara es lo tuyo.

-Oye, chico, ¿qué hijo bobo de qué?

-Ah, viste cómo te salió el cubano ahora. Bueno, me vooooooy… mañana vengo con la crónica fresquecita.


-Oye, espérate, cómo qué a ser papá, qué es eso, y entonces… párate ahí, cómo vamos a….

Hola amigos, bloguito por aquí. La verdad es que no les digo buenos días porque no estoy de humor. Lo que me pasó no tiene nombre. Me despierto y aún no me había ni lavado la cara, ni cepillado la página principal, estaba con los ojos llenos de urls todavía. En fin eso así que uno está medio dormido todavía, ¿viste? Así todo algo abro los ojos para no tropezar con ningún post, no me fuera a caer todavía. Nada más que levanto medio párpado y veo que me dejaron un papelito encima de las etiquetas. Nada más lo vi y ya sabía que era para mala. Me olí el asunto. Tenía mi nombre en grande afuera, “BLOGO”, decía así en letras rojas y grandes. Lo abro y decía lo siguiente:

Blogo, pasé por aquí y estabas dormido. La verdad me parece pésimo, viene alguien a visitarte y qué imagen vamos a dar, pero bueno, ese tema lo hablamos después. Estoy apurado así que mejor no te despierto. Mira, estoy escribiendo una crónica de mi viaje éste año a Cuba, pero de momento te voy a dejar esta que escribí en el viaje pasado hace un par de años. Ya muchos amigos la leyeron, pero igual la ponemos por si alguien quiere echarle el ojo. Cuélgala en cuánto te despiertes. Abrazo. Dano.
PD- Ah, también voy a poner un cuento ahí en Literatura, pero esa sección sí es mía, trata de no meterte en eso. Luego nos vemos

Chabón, ¿cómo vas a empezar un blog y en tu segundo post vas a poner una cosa que escribiste hace dos años? Dejame de joder, boludo. No podés ser tan pelotudo. ¿Qué querés?, cuando me caliento me sale en argentino. Vení y decime algo y vas a ver como vas a cobrar.

Chicos, les dejo esto y me las tomo, estoy recaliente, de verdad les digo, ¿eh?


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