El trece de noviembre pasado facebook me recordó que era el cumpleaños Baldomero Valiño, quien fuera mi profesor de álgebra en primer año de la carrera. Pensé en hacer una excepción y felicitarlo. Durante unos segundos escribí, en mi mente, el mensaje que dejaría en su muro.

Nunca felicito a nadie a través de facebook  por su cumpleaños. Me parece vacío todo ese mecanismo aceitado que veo cada año en el muro de un montón de amigos y amigas. La obra se repite de la siguiente manera: la gente entra a revisar sus novedades, se entera de que es el cumpleaños de X, va a su muro, lo saluda por el cumpleaños y al final del día, X pone un mensaje al estilo de “qué bien la pasé gracias a sus saludos, muchas gracias a todos por recordarme”, o sucedáneos más o menos originales. Una fórmula que para mí termina siendo inexpresiva y fría. De hecho sería más fácil, si facebook lo permitiera, crear un par de reglas que simplificaran todo el proceso. O sea, que por configuración uno pudiera decir: en los próximos años felicita a todos mis amigos en el día de su cumpleaños, con el siguiente mensaje; y al final del día de mi cumple, que salga publicado en mi muro éste otro mensaje de agradecimiento.

Yo antes también tenía mi fecha de nacimiento visible y recorría todo el caminito. No saben lo feliz que soy desde que la saqué. Me llaman, o me envían mensajes privados, les amigues que se acuerdan de mi cumple y ahí sostenemos un diálogo mucho cercano.

Pero con Baldomero iba a hacer una excepción. Quizás porque recordé su paciencia a toda prueba, su tono de voz tranquilo, y sobre todo su capacidad de modificar el curso del tiempo. Si él quería paraba el tiempo por unos minutos y luego lo volvía a hacer andar. No abusaba de esa capacidad, pero si era menester la empleaba. Y para Baldomero siempre era necesario que todos sus estudiantes entendiéramos bien.

Con nuestro curso Baldomero tuvo que parar el tiempo varias veces. En el primer semestre habíamos tenido un profesor que nos decía cosas complicadas para alguien que recién llega a la universidad. Por ejemplo, recuerdo que nos dijo que un polinomio era una suma infinita de términos, donde sólo un conjunto finito de ellos es distinto de cero. En fin, el asunto es que cuando terminó el primer semestre sentíamos que de Álgebra sabíamos muy poco. Entonces llegó Baldomero y en sus clases nos explicó todo lo del primer semestre más lo del segundo, que a él correspondía. Sin su capacidad de parar el tiempo eso habría sido imposible. Si alguno tenía una duda, paraba ahí mismo el tiempo de toda la humanidad y con toda la calma del mundo explicaba, de forma clara, las veces que fuera necesario.

Por todo eso y por el cariño con que siempre lo recuerdo iba a hacer una excepción. Pero dos segundos después recordé que Baldomero había muerto hacía un par de años. Incluso dudé de mi recuerdo por un momento. Cuando me asomé a su muro, algunos le ponían un mensaje póstumo, pero otros, que no se habían enterado, lo felicitaban normalmente. Me pareció terrible esa relación con la muerte, facebook te deja ahí cumpliendo falsos años eternamente.

Si me faltaba una razón para no poner mi fecha de cumpleaños estaba ahí, clara y latente, como la sonrisa indeleble del profe.




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