La semana pasada vino de visita una amiga europea. El taxista que la llevó desde el puerto de Buenos Aires la estafó. Le cobró 350 pesos argentinos por traerla hasta La Paternal. El taxímetro marcó 200. Para cobrarle casi el doble arguyó que “claro, él tenía que volver”. Absurda explicación, aunque disuasiva para una turista, que como es normal, llega un poco desorientada a una realidad nueva.

Mientras viajaban le comentó sobre temas comunes: dónde comer un buen asado, lugares de interés, clima y, como no podía ser distinto en un taxista argentino, de política. Le dijo que era complicado evaluar al gobierno nuevo, pues recién comenzaba su gestión, pero que seguramente sería mejor que el gobierno anterior, pues esos “se lo robaron todo”. Yo me pregunto: ¿al decir eso, no se habrá ruborizado un poquito al menos? Mientras le robaba a una persona, su principal crítica hacia el gobierno anterior era que robaba. Tal vez ser ladrón no debería ser óbice para criticar a otro presunto ladrón, pero por lo menos debería dar un poco de pudor, aunque fuera por solidaridad con un igual.

Cuando era niño mi abuela me ponía una canción de su querido Alberto Cortez que decía que siempre nos olvidamos que somos los demás de los demás. Muchas personas critican a los políticos como si estos no salieran de la misma sociedad donde vivimos,  como si descendieran de una galaxia al parlamento. En Argentina (y seguramente en muchos otros países) ves al mismo tipo que evade impuestos, que soborna, que inventa trucos para dejar de pagarle algo al estado, que luego, en la sobremesa, no tiene problemas en hablar horrores de los políticos corruptos.

No todos los ciudadanos actúan así. Tampoco todos los políticos. La solución no puede ser botar el sofá. En ningún caso puede ser dejar de lado la política, porque esta no es más que la forma en que organizamos la vida de todos.

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La Argentina está gobernada hace casi un año por un millonario representante del neoliberalismo y el poder económico. Desde que llegó al poder el país está mucho más endeudado, hay más desempleo, más inflación, menor poder adquisitivo de los salarios y un largo etcétera.

Para distraer, desde el oficialismo, están constantemente hablando mal del gobierno anterior y su “pesada herencia”. Lo hacen amplificados por el gran tejido mediático que los acompaña. Por  ejemplo, repiten, decenas de veces por día, la idea absurda de que “se robaron todo”. Así logran que el taxista que trajo a mi amiga, a quién probablemente le va peor que antes, lo repita y lo crea. Así logran que muchos se distraigan y no miren con lupa las medidas económicas antipopulares que adoptan mientras tanto. Que no analicen la transferencia de recursos a los sectores concentrados que viene ocurriendo. Asuntos mucho más medulares para la vida de la mayoría que las causas de corrupción denunciadas. Muchas de ellas sin asidero, por cierto, pero con denuncias rimbombantes.

Casos de corrupción hay en todos los partidos. También en el sector privado y empresario. Estos últimos no se mencionan mucho, porque claro, son los mismos que son dueños de los principales medios de comunicación, o sus amigos. Sin ir más lejos el presidente electo es investigado por varias cuentas en Panamá y otros paraísos fiscales. Parece ser que hacia allí movía parte de su amplio capital para evadir impuestos. Esta noticia apenas se le da seguimiento desde los medios más poderosos e influyentes.

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Al poder económico, es decir, a los pocos que están bien con el estado actual de las cosas, le conviene que se menosprecie la política. Así ellos pueden continuar aplicando sus políticas sin sobresaltos. Son esencialmente los mismos que desde siempre han estado muy bien a costa de la pobreza de otros. Para éste fin -lograr que la gente esté distraída y alejada de análisis políticos profundos- usan, por estos tiempos, dos estrategias claves: enarbolar y difundir casos de corrupción, en particular la relacionada con la obra pública; y fomentar la idea de que los políticos son todos deshonestos. No así los empresarios, muchos ahora llamados a hacer política desde el gobierno. Parte del sentido común que se instala desde los emporios mediáticos, es que los empresarios se enriquecen de forma legal y válida. Una falacia que se cae sola con apenas investigar un poco la historia de casi cualquier empresa muy exitosa.

Mauricio Macri prometió traer la revolución de la Alegría. Hoy, un año después de sus promesas de cambio, la inmensa mayoría de los que viven en la República Argentina está peor que antes. Los más ricos no. Pero el país del tango no es tan raro. Pinta tu aldea y pintarás el mundo, escribió Tolstoi. Un poco más al norte, un xenófobo declarado como Donald Trump promete hacer América great again, y es elegido presidente. El slogan parece igual de vacío. Veremos qué pasa allí.

Si el temible Donald no aprieta el botón rojo y el mundo sigue en pie, le aconsejo a usted, si puede, venir de visita a Buenos Aires. Es una ciudad hermosa. Pero eso sí,  cuando suba a un taxi, pague sólo lo que diga el taxímetro y tome con pinzas lo que le cuente el taxista.

Cuando entran al café el Negro esboza una leve sonrisa. Son las 9:22 am. Sábado lluvioso de julio. Sólo una mesa está ocupada. Se sientan junto a la ventana que da a San Martín. Piden dos cafés con medialunas. Cuando la moza se aleja, el Colo habla entre dientes.

-Lo mataste, hijo de puta.

-Sí.

-Sos un pelotudo. Eso complica todo. ¿No sabés que cuando hay un muerto investigan más a fondo?

-No te hagás drama, nene, hicimos todo bien -dice el Negro y con el pie empuja hacia el vidrio la mochila que traía en la mano.

- ¿Recogiste bien todos los pelos? ¿Guardaste los guantes?

-Claro, papá. Él único que se puso nervioso fuiste vos, parecés un principiante -responde y se pasa la mano por la cara recién afeitada.

El Colo se queda mirando por la ventana el escaso tráfico que circula por la avenida a esa hora. La chica trae el pedido. El olor a café le da satisfacción. Intenta sacarse la amargura. No puede.

- ¿Qué necesidad tenías, boludo? El tipo dijo enseguida dónde estaba la mosca. Todo. No tuvimos siquiera que cortarle un dedo. Explicame, qué necesidad.

El Negro sorbe lentamente su café. Muerde una medialuna.

-Ya fue, nene, olvidate. Escuchame, ¿mejicaneamos al de la inmobiliaria?

-Negro, la otra vez que hicimos esa salió todo para el culo, casi caemos.

-Bueno ok, pero decile que había menos.

-Y cuánto hay.

-Qué se yo, nene. ¿Pensás que puedo contar fajos de billetes con sólo pasarlos de un cajón a una mochila?

-Hacé como quieras, Negro, pero este pibe nos pasa buenos laburos. Nunca nos falló.

-Por cierto, la próxima que hagamos en invierno te toca a vos la guardia, ¿eh?, que siempre agarrás veranito. Te crees vivo, ¿no? -le dice con una sonrisa, intenta relajar.

El Colo no le responde. Está re caliente. Le gusta hacer las cosas bien prolijas. Mastica rabia al recordar cómo le pasó la hoja afilada por el cuello.

El Negro pide la cuenta.

-Son las 10 ya. Vamos. Pagá vos.

El Colo saca un billete de 100 y lo calza con la taza.

Afuera sigue lloviendo. El Negro piensa que ni en pedo le cuenta por qué lo mató. No tiene ganas de discutir de política otra vez con el Colo.

-Sabés, por qué lo hice, Colo. De verdad querés que te lo diga -dice y hace un silencio esperando que el otro lo mire-. Porque se me cantó.

El Negro recuerda las fotitos de Cristina por todos lados. Mientras se cambiaban las camisas vio ese tatuaje horrible de Néstor que lleva el Colo en el hombro. Eso le dio más rabia todavía. Quizás eso me terminó de convencer, piensa. Saca la mano, para un taxi, se suben.



La verdad casi no existe. Cada uno tiene la suya, no digo nada nuevo. Lo que sí existe, a veces, es lo que es cierto y lo que no. Buscar certezas para compararlas con nuestras verdades, y eventualmente modificar las cosas que creemos, debería ser un ejercicio mucho más común si queremos constituir sociedades más justas. 

La batalla cultural del siglo XXI es comunicacional. Cada vez que alguien dice “todos los políticos son la misma mierda”, o “a mí no me interesa la política” la derecha ha ganado un round. Cuando digo derecha, me refiero a su esencia más pura: los ricos y poderosos de éste mundo que no quieren que cambie la configuración existente, o sea, que quieren ganar siempre más a cualquier precio. Incluido en ese precio el aumento indiscriminado de la pobreza1.

En un mundo globalizado y despolitizado los titulares de periódicos y noticieros moldean estados de pensamiento de manera eficaz y subrepticia. Los que dicen que la política no les interesa, igual se forman una opinión, pero como no les importa, no van a investigar mucho, o sea que se la formarán por lo que ven al vuelo: los titulares. Y otros, a los que sí les interesa, en muchos casos también, porque no da tiempo a leer en detalle las noticias de cada país y cada conflicto de los que éste mundo está lleno.

La semana pasada el juez federal Claudio Bonadío procesó a Cristina Fernández de Kirchner y a varios ex funcionarios más. Le regaló, de esta forma, hermosos titulares a la corporación mediática mundial. Dominada en gran medida por la derecha antes mencionada. Aclaro que “procesar” quiere decir que el juez considera que hay elementos para analizar el caso, o sea, que el proceso judicial de una acusación continúa y no se da por irrelevante, pero está muy lejos de ser una condena como culpable.

Ayer alguien que no vive en Argentina me preguntaba cómo era ese tema de que Cristina estaba procesada. Lo vio en varios noticieros. Pensé que eso mismo estaría cuestionándose mucha otra gente. Haciéndose preguntas en el mejor de los casos, creyéndola culpable directamente, en el peor y probablemente más común. 

El proceso judicial por el cual la ex presidente quedó procesada es un delirio de punta a cabo. Una vergüenza para la justicia argentina. Les cuento lo más breve y simplificado que puedo. El encumbrado penalista y ex juez de la corte suprema argentina, Raúl Eugenio Zaffaroni, lo explica mucho mejor y en detalle en esta nota, pero intentaré hacerlo más simple y corto.

Entre las muchas operaciones que se hacen en el mercado financiero existe una llamada “dólar a futuro”. Esta se hace en muchos países y es una de las formas de influir en la cotización de la moneda extranjera, variable esencial de las políticas económicas en los países emergentes. La operación consiste en fijar un valor posible para el dólar en un futuro cercano. Los que usen éste instrumento financiero compran dólares imaginarios a ese valor y transcurrido el tiempo fijado, venden esos dólares imaginarios al valor real que tenga el día de vencimiento. Ganando o perdiendo dinero en dependencia de si hubo una devaluación mayor a la esperada.

Creo que con un ejemplo se comprende mejor. Supongamos que hoy un dólar vale 9 pesos. El banco central ofrece operatoria con dólar a futuro y dice que asume un dólar a 10 pesos dentro de un año. Yo como inversionista digo que quiero 100 dólares imaginarios. Pago entonces 1000 pesos, 10 pesos por cada dólar. Transcurrido un año, voy con mis 100 dólares imaginarios y me dan, en pesos, el cambio al valor real de ese momento. Si luego de un año el dólar vale 9.50, me dan 950 pesos y habré perdido 50 pesos. En cambio, si el dólar vale 11 pesos, me darán 1100 pesos y habré obtenido una ganancia de 100 pesos.

Es una de las tantas operaciones que se hacen en el mercado financiero, donde se juega con las expectativas a futuro y se hacen apuestas en función de lo que los inversionistas creen que sucederá. El dólar a futuro, tiene en particular la función adicional de regular el mercado cambiario. Si los inversionistas temen una devaluación y el gobierno no planea hacerla, te da esta opción para aplacar esos temores. De esta forma los que prevén una devaluación compran dólar a futuro en lugar de comprar dólares reales, y se evita que se depriman las reservas de moneda extranjera del país.

En los últimos meses del gobierno de CFK hubo muchas operaciones de dólar a futuro. En la elección presidencial de finales de 2015 ganó, como se sabe, Mauricio Macri, candidato opositor y líder de una coalición de derecha, esencialmente neoliberal. Es importante resaltar que su victoria fue muy ajustada, ganó con el 51% de los votos válidos, apenas 700 mil votos más que el candidato por entonces oficialista. O sea, que no era evidente que ganaría.

Pocos días después de asumir, el nuevo gobierno hizo una devaluación de la moneda de alrededor de un 50%, produciendo, entre otras cosas, una ganancia espléndida para los que apostaron al dólar a futuro, y generando un perjuicio para el estado.

A un diputado del actual gobierno se le ocurrió que esa pérdida del estado era culpa del gobierno anterior y que sus funcionarios debían rendir cuentas por ello ante la justicia. O sea, decidió algo tan absurdo como judicializar una medida de política económica. Y un juez, evidentemente simpatizante del gobierno actual, decidió darle cabida a esa movida, a todas vistas política, estratégicamente creadora de titulares.

Es ya descabellada la acusación. Pero más llamativo es el análisis del juez. Según Bonadío era previsible que habría una devaluación y fijar el dólar a futuro con un valor bajo, asumiendo que no habría tal cambio en la cotización de la moneda, fue un ataque a las arcas del estado. Pero es ue está claro que no se sabía que habría una devaluación de ese calibre. Es más, ambos candidatos habían negado tal cosa. Se sospechaba que Macri mentía y sí haría la tremenda devaluación que hizo. Pero él mismo lo negó (o sea mintió). Pero más importante es que no se sabía que Macri iba a ganar. Y cuando se pactaron esas operaciones el gobierno de entonces estaba gobernando y necesitaba medidas de política económica acorde a sus estrategias y metas.

Pero lo más loco es lo siguiente. Al hacerse ese análisis uno podría pensar que quizás Cristina, o algunos funcionarios de su gobierno, se beneficiaron con la devaluación y la operación de dólar a futuro. Se supo en estos días quiénes fueron los grandes compradores de dólar a futuro. ¿Adivinen quiénes encabezaban la lista? Funcionarios del gobierno actual, empresarios amigos y hombres de confianza del presidente. O sea, los mismos que devaluaron y fijaron el nuevo valor de la moneda.

El procesamiento de CFK y demás funcionarios por esta causa es tan escandaloso que varios enemigos confesos del gobierno anterior lo han criticado. Ya están en camino más denuncias contra CFK y tendremos nuevos titulares. Hay una movida política evidente para desprestigiar y si se puede condenar a la ex presidente con tal de evitar que vuelva a presentarse como candidata.

Hay mucha gente en Argentina y fuera del país que están convencidas de que CFK es una corrupta o que ha cometido otros delitos, pero lo cierto es que no se ha probado absolutamente nada. Eso sí, han tirado titulares de todos los colores y para todos los gustos.

Me parece perfecto que la investiguen, a ella y a cualquiera que sea sospechoso. Pero que se haga con responsabilidad, con seriedad y sin atropellar la presunción de inocencia que rige en los sistemas jurídicos modernos. Y además que el sistema judicial tenga un trato igualitario con todos y no se ensañe con los que el poder económico detesta porque con sus políticas ha tocado sus intereses.

Un mundo mejor es posible, pero no es fácil. Para conseguirlo hay que implicarse e informarse bien. Tampoco es fácil.


1 Las palabras “derecha” e “izquierda” han sido muy vapuleadas y están cargadas de distintos significados en dependencia del contexto y de quién las use. Hago por eso una definición de lo que en mi texto llamo “esencia más pura de la derecha”, pero no creo que todo partido llamado de derecha, ni menos todos los que lo votan o apoyan coincidan con estos postulados de riquezas para pocos.
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