Minicubas 1. 2017

  Los cubanos en viaje hacia la isla siempre llevamos un equipaje muy cargado. Con cosas tan insólitas como esponjas de fregar, frazadas de piso, o papel higiénico; dependiendo de lo que esté perdido por esos días. (Aunque puede que lo insólito viaje también en sentido inverso. Al menos así pasa en “Gozar, Comer y Partir”, donde una de las protagonistas se lleva aspirinas cubanas, “las únicas que le quitan el dolor de cabeza”, y hasta calabaza para su Oshún).


Esta vez iba yo con un pianito eléctrico para mi sobrino de 6 años. Quería que no lo detectaran para evitar el trámite de la declaración y salir cuánto antes del aeropuerto. Convengamos que disimular un piano es complicado, máxime si hago algo tan tonto como dejarlo en su propia caja. Mientras esperaba las maletas entablé cierta empatía con la primera oficial de aduana que debía sobrepasar. Quizás por eso no reparó en la caja oblonga donde iba el teclado. Me sonrió y me dejó pasar. Salía yo cuasi victorioso con todo mi equipaje intacto, el pianito encima de todo, cuando me detiene la última oficial. “¿Esto es de juguete o es un piano? ¿Cuánto costó?”. “Nooo, es un pianito de juguete, esto no vale nada” le digo con total convicción. “Señor, tenemos que revisarlo, vuelva atrás y vea a aquella oficial”. Doy la vuelta y camino hasta encontrarme con mi amiga. Le explico. Para reafirmar mi aseveración de que es un juguete señalo el dibujito de las baterías que tiene la caja (el piano funciona por pilas, o por cable). Ambas oficiales están separadas por unos 50 metros. La muchacha mira la caja, levanta la vista y grita de un extremo a otro del pasillo: “Nancyyyy", y señalando hacia mi equipaje, "es un jugueteeee”.  Desando mis pasos. Estoy afuera. Hola, Cuba.

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